Si Benito Requejo, alcalde de Valdemorillo del Moncayo, en vez de visitar en 1968 Torremolinos para corroborar que el turismo era un gran invento, se hubiera pasado ahora por Fitur habría descubierto, quitándose la boina y afinando su perfil cateto, hasta qué punto la gallina de los huevos de caviar que quería para su pueblo se había convertido en un monstruo. El turismo, ese al que acogemos con una sonrisa en esta España, sigue siendo diferent: Somos el país del mundo que más extranjeros ha recibido en 2023: 84 millones de almas en tránsito. Más que Francia. Paco Martínez Soria hubiera soltado un encendido: “¡Chúpate esa, gabacho!”.
La palabra ‘turismo’ procede de la expresión francesa Grand Tour, el viaje que jóvenes británicos, pudientes y aristócratas, realizaban en los siglos XVIII y XIX por Europa, sobre todo por Italia y Grecia, para cultivarse. No dejaba de ser un viaje exótico, que podía durar varios años, para conocer las civilizaciones clásicas, sus monumentos, su historia, su cultura, aprendían idiomas y confraternizaban con las élites europeas. La parada inicial era los salones palaciegos de Paris, el embeleso llegaba con el lago de Como y el adiós con las ruinas de Pompeya. Los británicos tradujeron Grand Tour por Tourism. Y ahí empezó todo.
El turismo mueve tantas montañas como millones. Montañas de gente y millones de pasta. Fitur, ese inmenso y algodonoso escaparate del sector, da buena cuenta de ello. La diferencia entre el viajero y el turista convencional ya no existe. Hoy en día, todos son turistas: unos ricos y otros pobretones. Y, claro está, reclamamos a los acaudalados. Lo llamamos turismo de calidad, que queda más fino, aunque hablamos de lo mismo: queremos ricos, esos privilegiados que gastan mucho y molestan poco. Y, a ser posible, con estancias largas.
El análisis del turismo, de cuáles son sus derroteros, está repleto de lugares comunes y contradictorios en sí mismos. Los balances de Fitur lo confirman edición tras edición: ¿Cuánto tiempo hace que escuchan eso de la estacionalidad? ¿De qué hay que superar el modelo de sol y playa? ¿De diversificar la oferta, atraer al turista de calidad, promocionar el turismo de interior o apostar por nuevos segmentos de mercado?… Una y otra vez, las mismas rancias consignas cuando, por ejemplo, todos sabemos que la estacionalidad no se superará mientras las vacaciones sean en las mismas fechas: verano, Navidad, Semana Santa, ya saben… Que la cabra tirará al monte pero que el turista tira para la playa, el sol, y que los ricos son los que son, y que más que crecer en número crecen en fortuna.
Venga, una de datos. Destinos emergentes: Mongolia, según Lonely Planet, y Los Alpes de Albania, según National Geographic. La mejor isla: Madeira, aunque los españoles hemos preferido Cerdeña. Perfil: Como se imaginan demandamos lujo, pero barato. Destinos, a poder ser cercanos, aunque este año los jóvenes viajarán más a Asia y los maduros en cruceros. Los pensionistas: Canarias. Mejor varias escapadas cortas que unas vacaciones largas. Y un detalle simpático: un 40 por ciento de los españoles viaja en busca de un amor duradero y otro 40 por ciento para superar una relación sentimental finiquitada. La estadística no señala si, en realidad, son los mismos. Cabe la posibilidad.
Las cifras que manejamos marean. Treinta y cuatro millones de españoles hemos recibido este año a 84 millones de visitantes. No todos a la vez, claro, pero nos pirramos porque vengan más y se alojen más tiempo, aunque en algunos sitios empiezan a molestar. Masificación. Pero cuando se habla de repensar el turismo entra la risa tonta. Fíjense, algunos expertos creían que la pandemia marcaría un antes y un después, que ese frenazo en el flujo turístico cambiaría la pulsión por viajar. Que entenderíamos que el crecimiento sin freno de masas ávidas de ocio, descanso y una pizca de emoción no tiene futuro. Pues ha ocurrido justo lo contrario: Acumulamos ganas y viajamos más que nunca. ‘Efecto champán’, lo llaman. Por eso será que acaban de fletar el crucero más grande de la historia, de 365 metros de eslora, donde viajan 10.000 personas ¿Cómo se les queda el cuerpo? Que los sepan: se puede morir de éxito y España es una firme candidata.
Andalucía tuvo el mejor Stand en Fitur y, quizá la más original y vanguardista promoción turística con el lema ‘Andalucía te rompe’. El anuncio es portentoso: Andalusian Crush. Nos presenta como un destino deseado, como una atracción fatal, cautivadora. Persigue más que nada encandilar a la Generación Z, que aún no viene ni nos conoce. Ampliar mercado. Una idea genial con un pequeño problema, un detalle: que triunfe en demasía. De la que se ha librado Valdemorillo del Moncayo. A su alcalde, le da un pronto si el Icon of the Seas le atraca en el foso del castillo.
Miguel Nieto. Periodista y vocal de la asociación.
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