La historia del Urbanismo en Marbella es un historia inacabada. Podría decirse que inacabable. Una sinfonía inconclusa. Dodecafónica y recurrente. El mapa de nuestro mundo, de nuestro territorio, el que en definitiva ordena nuestras vidas y haciendas, hace mucho que naufragó en el mar de la política. La más torpe, venal y corrupta, también. Sacar adelante el que ahora está vigente, el de tiempos de José Luis Rodríguez como alcalde, costó Montaner y ayuda.
Da casi risa recordar cuál fue durante una década el escollo insalvable: El Plan de Etapas. Les traduzco: un plan para ocho años se dividía en dos periodos de cuatro años. El ayuntamiento, socialista, quería más suelo urbanizable los primeros cuatro años para obtener más terrenos y desarrollar más equipamientos públicos. La Junta, socialista y borbollona, no. Le parecía excesivo el suelo que se convertiría en edificable. Queríamos más y se quedó en menos.
Ahora el ayuntamiento, popular, propone como urbanos 52 millones de metros cuadrados, de sopetón 12 millones más que el plan anterior. La Junta, popular y juanmanuelista, no sólo parece que estimará la propuesta sino que con la nueva ley que rige el planeamiento en Andalucía, la LISTA, habrá mano ancha para ampliar esta cantidad según convenga. Queremos más y nos darán más. Igual, mucho más. Hay cambio de siglas también: lo que ahora es PGOU, mañana se desdobla en PGOM y POU. No se me enreden, sigo con la traducción simultánea: Plan General de Ordenación Municipal y Plan de Ordenación Urbana.
Estas cosas de la tierra, de donde, cuanto y cómo se podrá edificar, son motivo de controversia mande quien mande en el Ayuntamiento. Pero Marbella, excepcional pueblo en las excepcionalidades, en esto del urbanismo le ronda un agujero negro de cuidado. Los tiempos de devastación de Gil y el GIL, cuando quiso trocar el PGOU en un Plan General de Ordeñación Urbana a su medida, a su antojo y a su beneficio, todavía colean. El latrocinio no sólo secó la teta municipal sino que arrambló con su territorio. El parte de guerra es tan desolador, tan evidente, que resulta difícil digerirlo. Aún hoy. Todos los intentos de los últimos equipos de gobierno para arreglar la escabechina urbanística de Marbella han fracasado. El asunto, simplificando, es que no hay quien legalice tanta ilegalidad ilegalizable, con sentencias judiciales firmes de demolición. Impracticables,–seguramente sí– pero inapelables, sin duda. Nos robaron y malbarataron bienes públicos y toca restituirlos ¿Pero cómo?
Difícil tarea que los ahora reinantes tras el imperio de Imperioso tratan de encajar sin calzador jurídico posible. No existe Ley de Punto Final para este urbanismo atroz. Los munícipes lo saben ¿Llevan ustedes la cuenta de cuantos documentos, cuantos remedos de PGOU, han sido rechazados en medio siglo? La pregunta del montón es: ¿Será ahora diferente con este plan? ¿Llegará a aprobarse? ¿En un futuro que no sea eterno? ¿Cómo se saldarán cuentas con el pasado? ¿Qué haremos con los bloques bananeros ilegales? ¿Cómo se recuperan las zonas públicas perdidas y alicatadas? ¿Cómo legalizar lo ilegalizable?
No hay que precipitarse en buscar respuestas porque tiempo sobrará —ni les cuento—. Tiempo para argumentar, debatir, fantasear, chalanear… y santificar el nuevo planeamiento. El equipo de gobierno maneja titulares neutros, de esos que sirven para los rotos difíciles de coser, tipo de “Un paso trascendental”, o de que “se trata de una herramienta más ágil y flexible”, ha dicho la alcaldesa. También que “tiene como punto de partida la realidad existente en la ciudad”. Esta literalidad última es de Kika Caracuel, la delegada de Urbanismo. Tiene resaca. La realidad existente en la ciudad es una patata caliente de 16.000 viviendas ilegales.
El Ayuntamiento pretende –no sabe cómo– regularizar todas las que pueda, las que más chirrían. Ni mentar la piqueta, no te digo ya en el paseo marítimo ¿Creen los responsables de la cosa que esta vez sí lo van a lograr? Porque, en gran medida, el futuro urbanístico de esta ciudad, a fin de cuentas su futuro, pasa por enterrar esas patatas calientes. A ver si podemos seguir plantando más sembrado.
En fin… No acabamos de empezar, que el pleno sólo ha aprobado enviar el proyecto para que lo vayan informando los de arriba, y ya festejamos su éxito, el retorno a la seguridad jurídica, los grandes proyectos de futuro para una ciudad sostenible, ecológica, transitable, moderna, transversal, verdísima, casi boscosa… bla,bla,bla. Una ciudad, creánselo, donde a los ciudadanos todo nos quede a mano, ¡a quince minutos! El concepto estrella: la urbe del cuarto de hora.
No acabamos de empezar y ya se desliza que se podrá pasar con facilidad de suelo rústico a urbano, a construible. “Los proyectos que no especulen con el suelo” no “tendrán que estar pendientes de que estén clasificados como urbanizables”, ha dicho la alcaldesa. Esto no hará falta que se lo traduzca, ¿verdad? Tampoco les agobio con el catálogo de buenas intenciones. Los papeles se aprobaron por unanimidad; buena cosa. Una nueva etapa en la travesía del desierto. Ya sólo, no sé, diría que resta esperar que de un PGOU, un Plan General de Ordeñación Urbana, no pasemos a un PeGoUMPOUmpero. Sin que nos roben el carro, claro.
El Dardo en La Palabra (Onda Cero). 3-X-2022.
Miguel Nieto. Periodista
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