Los hechos o acontecimientos que tuvieron lugar hace cinco siglos en Al-Andalus no son la Historia, o al menos no son toda la Historia. Solo son datos, cifras y años. Y yo me resisto a que eso pueda ser todo. No sería justo contentarnos con unos libros llenos de historias, cuando la Historia con mayúsculas sigue su curso a través de los siglos. Por eso propongo que pensemos en la Historia como una sucesión, un flujo de información que va pasando de generación en generación. Pensemos en un juego de espejos que cada cierto tiempo se coloca frente al anterior y que refleja todo lo que se sabe o se recuerda, y así a lo largo de los años: todo lo que fue y no fue, todo lo que se recuerda y lo que se olvida, reflejándose según el espejo del presente. Y así en una sucesión de espejos que hacen reflejar las imágenes y llevarlas hasta el presente, que le toca vivir a la generación que vive.
Y lo que nos queda en ese último reflejo es la imagen viva de la Historia, es la verdad, es la esencia. La justicia por los que fueron. Ese último espejo es el que nos cuenta lo que realmente pasó. Es la Memoria.
Y por eso es tan importante quién sostiene ese espejo, la Memoria, porque esa generación la estará custodiando.
Este relato le pone nombres y apellidos a los descendientes de aquellos que tuvieron que huir de Al-Andalus, dejando sus casas, sus tierras y su país. Los que pudieron hacerlo, porque muchos fueron masacrados. Este breve relato es un homenaje a los que con tanta dignidad custodian la Memoria.
José María Sánchez Alfonso
Muchas gracias Antonio! nos encantó el escrito que preparaste sobre la naturaleza de la zona,, un abrazo.
By: Jose MariaMaravilloso relato y muy bonita historia cargada de nostalgia. Enhorabuena José María.
By: Antonio Figueredo Navarrete