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A veces uno se encuentra rincones que reflejan cual símbolo lo que es esta ciudad. Sobre todo, al observar cómo trata a sus bienes más valiosos. Un lugar, un hecho o una leyenda donde su esencia queda como metáfora para bien o para mal. Símbolos cercanos y nada difíciles de descubrir a menos que tengamos el mínimo interés. Tesoros ocultos por la hojarasca del abandono y el desinterés.
Pero ninguno como como el cruce de caminos entre la calle Viento y la calle Solana. Esquinas deterioradas y olvidadas que se dan la mano. La calle Viento tiene un nombre perfecto: es estrecha, de altas paredes por donde la brisa se convierte en viento y el viento en vendaval. Una pendiente que viene de la Plaza de la Iglesia y se resbala hacia la plaza del Hospitalillo. Menos mal que es corta, igual que la calle Salinas por donde el mar busca la tierra arrastrando su sabor a sal y yodo.
En ellas se ubican dos de los principales edificios históricos de nuestra ciudad. Por no decir los más importantes. El Hospital Bazán es sin duda nuestro icono histórico por su historia, por su arquitectura, por su conservación y por albergar el único museo de nuestra ciudad: el Museo del Grabado.
Menos conocido por su olvido y su estado a punto de derrumbarse es el Convento de la Trinidad. Tanto de uno como del otro -ambos del siglo XVI- se ha escrito mucho y esperemos que se investigue más y no tarde. Ambos conforman el centro de nuestro patrimonio -dentro de nuestro casco- con permiso de la muralla del Castillo -en peligro inminente por el proyecto de apartamentos- que se encuentra a un tiro de piedra- y la Iglesia de la Encarnación.
No quiero hoy hablar de historia y valor sino del estado en que se encuentran. Las paredes del Hospital necesitan con urgencia una pintura que repare los desconchones que le adornan en todos sus lados y en la torre. No mucho presupuesto, pero si un cuidado y cariño del que adolecen. Necesita menos, pero ni eso tiene y lleva tiempo así.
Más grave es la situación del Convento de la Trinidad. Lleva años -y muchos- enseñándonos su costillar de hierro que apenas sostiene su fachada y que le mantiene de pie gracias a los vigas metálicas apoyadas en las paredes del Hospital Bazán. La imagen -con la calle cortada- da realmente vergüenza por la dejadez y el deterioro de un edificio de esa importancia. Su fachada abombada -la única que se mantiene en pie- indica que durará muy poco hasta que llegue al suelo.
Algunas promesas recogidas en la prensa: ya en enero del 2008 la recién elegida alcaldesa anunció que tras años de abandono se iba a salvar el Convento de la Trinidad de la ruina y convertirlo en espacio cultural. En abril del 2013 se presentó proyecto para ser convertido en Museo de Arquitectura y Diseño Moderno para ser abierto en tres años; en 2018 se afirmó que estaba aprobado el proyecto básico de rehabilitación y restauración. La Consejera de Cultura de la Junta anunció un nuevo proyecto en el año 2020 con una inversión de 1,8 millones de euros.
Promesas y mentiras continuadas. Ahí sigue a punto de derrumbarse. Porque en la política local las palabras y los hechos no se encuentran y cuando lo hacen no se saludan, se dan la espalda, se dicen hasta nunca o se niegan porque no gustan. Lo grave es que los ciudadanos las compran y se las creen.
Este centro neurálgico es un centro emblemático de la desidia que gobierna esta ciudad; porque importan los hechos y no las promesas – el cartel de plástico en su fachada anunciando la ampliación del Museo está caído también.
Invito a un paseo a este cruce de calles – situado en el centro de nuestra ciudad- para tener constancia de lo que importa a sus responsables este rincón oculto y olvidado que refleja el cuidado que tenemos por la cultura de nuestro patrimonio.
Es un centro de algo que vengo llamando hace tiempo en estos artículos centro de la desidia, de no hacer nada, de dejar pasar el tiempo hasta que se derrumbe el Convento y que tengamos que cerrar el hospital por las condiciones lamentables en que se encuentra. Eso sí, muchas flores de temporadas, rotondas, espectáculos, ferias y cohetes que no falten.
La desidia de nuestros gobernantes no sería posible sin la desidia de los ciudadanos que ni les importa ni hacemos nada por nuestra ciudad. Se nos llena el pecho con su nombre, pero de ahí no pasamos y dejamos que nuestra historia se pierda.
Aconsejable, reitero, un simple paseo para ver la situación en que se encuentra – y lleva muchos años así- nuestro patrimonio.
Rafael García Conde. Ex-concejal
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