Es un barrio aislado, desmembrado de esta ciudad policéntrica y poliédrica. Una ciudad puzle de esencias distintivas y gentes muy diferentes.
Puerto Banús es una isla que bebe de la mar y da la espalda a la Concha que le protege, ampara y le da un clima muy distinto. Un monolito de mar y cal. De arquitectura andaluza y de esencia extranjera. Ya desde sus orígenes, cuando un madrileño atravesó Despeñaperros con el dinero sucio en sus bolsillos, producto del sudor y la sangre de muchos prisioneros. Joya de la corona, dicen algunos, es más bien un escaparse de la ciudad de cuché.
Un escenario de escenario de teatro de una ciudad a la que me gusta llamar suflé. Pura, deliciosa y preciosa apariencia y de fondo vacío por no decir, en este caso, bien sucio. Es el más claro ejemplo de todo ello. El lujo por bandera y sobre todo su gran negocio. La exclusividad como elemento esencial que tiene buena y mejor venta. De las alcantarillas de mafias mejor no hablemos.
Los ciudadanos vamos a mostrarla a los turistas que nos llegan de nuestros orígenes y aterrizan buscando entre sus barcos y sus calles algún famoso que yo nunca vi. Soy quizá demasiado exigente en eso de considerar famoso a los personajes de farándula.
Tras décadas de años de uso exclusivo, desmedido, descontrolado de algunos, en especial de la empresa heredera de aquel constructor de triste recuerdo, ahora se renueva su concesión. Curiosa palabra la de conceder algo a alguien que no ha hecho más mérito que poner dinero encima de la mesa y además se queda su explotación a su libre albedrío.Ya sabemos que nuestros gobernantes de aquí y de Sevilla están más por la labor de coger el dinero y huir, dejando su explotación a las sociedades particulares para que disfruten de sus beneficios. Siempre se pueden crear fundaciones públicas que lo gestionen. Es una idea. Nunca entenderé esa desidia e incapacidad de nuestros representantes de gestionar hasta lo que es un chollo por el que se pelean todos.
Todos por el pastel, menos los más legítimos, que somos todos y pasamos de ello.
Comienza la batalla.
Los aparcamientos contra las terrazas por el escaso espacio que queda, veladores contras jaguar, comerciantes contra hoteleros, mesas y sillas contra coches. Aquí se explota el aire, el suelo y el agua de una forma desmedida sin que nadie piense en los ciudadanos, tampoco nuestras autoridades. Ahora la empresa concesionaria se pelea con sus sub concesionarios. Entre ellos anda el juego. Todos pasamos, menos los que huelen el dinero.
Que más da no aplicar la ley que habla de aparcamientos necesarios para tantos atraques, de leyes de costa, de espacios libres para uso común, de ocupación de vías publicas: todo se vende. Puerto Banus es una masificación de coches, mesas y sillas, comercios, aparcamientos, que va en contra de una exclusividad.
Pero aún me sorprenden más los argumentos que defienden los lobos, sean del pelaje que sean, que buscan una concesión de cien años: dicen defender: “el brillo de Puerto Banus”, “ la defensa de los empleos”, ”de los lugares esenciales para la comunidad”, ”defensa de la atmósfera social de la zona”, “espacios de intersección social”, “interés del pueblo”… Llevo muy mal que me tomen por idiota.
Seré un poco raro, nunca sentí Puerto Banús como algo propio como marbellero, pero me molesta el uso y aprovechamiento privado de un bien público como son las costas, los atraques, veladores, aparcamientos o las playas a Levante o a Poniente. Resulta curioso que cuando se discutía la delimitación de la independencia de San Pedro nadie quería quedarse con el Puerto. Actualmente para el Ayuntamiento es un foco de tensión, de inseguridad, de un gasto de servicios que no tiene compensación.
La imagen de un pueblo andaluz de las fotos queda desmontada por el robo de un bien común de una forma tan descarada y además por décadas.
Rafael García Conde.
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