La primavera llegó. Todo se llena de color, las plantas de vivero engalanan recién plantadas las jardineras públicas, las calles se enlucen, los pasos de cebra y bordes de la aceras recobran su color original. El asfalto se derrama por la ciudad como un manto suntuoso, en las carreteras aparecen unas líneas blancas que nos recuerdan unos límites casi perdidos y brotan siglas políticas al candor húmedo de los votos.
Las obras en los barrios aparecen como los tulipanes, donde ayer no había nada hoy aparece un socavón y una cuadrilla de operarios dispuesta a someterlo al indulto. El país deja la convalecencia, las provincias se conectan, el paro se acaba, la economía se recupera felizmente, el talento fugado retorna, los desahucios de familias en apuro desaparecen, las playas vuelven a ser de verdad, los trenes llegan a Marbella, el déficit de infraestructuras y equipamientos educativos y sanitarios se termina.
Todo o casi todo de repente se solventa y por arte de magia la ciudad se regenera y se transforma, al menos en el imaginario electoral. Los políticos se vuelven muy simpáticos de repente. El que no te miraba antes, ahora te echa el ojo y casi te sonríe. El que no se paraba a saludarte ahora parece amigo de toda la vida. Se sientan contigo cuando no lo hacían en meses, te escuchan, te piden hasta las propuestas. Montan mesas por las calles para hacer los programas de forma participativa. Los correos electrónicos donde te recuerdan que están ahí se agolpan en tu bandeja de entrada. El tándem “participación ciudadana y política” se acerca a lo que sería deseable en cualquier momento de la vida pública de una ciudad. ¡Cuánta simpatía y buen rollo por doquier si no fuera porque se siguen tirando los trastos a la cabeza! ¿Qué ocurre en la ciudad y en el panorama nacional? ¡Eso es! Vienen elecciones, no me había dado cuenta. Se me ocurre una propuesta que podría ser deseable, ponerlas de forma continua para tener políticos empáticos con su ciudadanía y dispuestos a escucharnos en cualquier momento, una eterna primavera para la ciudad y que todo cuanto nos rodee se vuelva estupendo.
Fuera de esta nube en la que se vive antes de unos comicios, en año clave electoral y pasadas unas semanas de las autonómicas y del hastío que supone estos procesos, somos muchos los que desearíamos que en las elecciones se omitieran esos burdos juegos: las múltiples inauguraciones, las escenas de cara a la galería, las guerras dialécticas continuas entre ellos, sus descalificaciones, las promesas imposibles, las recurrentes, las medias verdades que son medias mentiras aunque piadosas, para ellos claro. Un juego de sombras chinescas donde nos quieren hacer creer que no se trata de una larga puesta en escena, lo cual es lo más triste. Es verdad, hay ciudadanos como espectadores, que en lugar de una representación piensan que todo lo que ocurre, en las tablas de un proceso electoral, es cierto y verdadero. Materia fértil para los que les gusta sembrar promesas e ilusiones.
Aunque somos más los ciudadanos que desearíamos que lo fueran de otra manera, con otro tipo de discursos, otras actitudes y, sobre todo, que fuera de estos periodos de elecciones existiera esta vida política primaveral, eso sí bien repartida en los otros tres años de las legislaturas, más amable y cercana al pueblo y ya puestos, más cargado de autenticidad y de propuestas consensuadas. Quizás sea mucho pedir. El cinismo nos invade.
Javier Lima Molina. Cofundador y Presidente de Marbella Activa
Gracias por tus palabras JM!
By: Javier Lima MolinaLa ironía fina, pero dando duro. Lo que casi todos pensamos, pero que nadie se sienta a escribirlo. No es demasiado pedir, como dices en tu texto; es que ya no hay ni que pedirlo, el ridículo que hacen es tal que quedan en evidencia. La democracia madura, y se pudren las frutas viejas. Un abrazo
By: José María