
Si la educación en general es un tema complejo, la formación en TIC y Tecnologías Emergentes, lo es aún más. La complejidad aumenta significativamente a medida que estas herramientas evolucionan e impregnan la sociedad.
Lo que antes suponía una lucha por garantizar el acceso democrático y generalizado al uso de las TIC, hoy puede considerarse uno de los logros alcanzados de forma más generalizada por los humanos. Según el INE, en 2024, el 96,8% de los hogares tenía conexión a internet. El 33% de los alumnos de 10 años, posee un teléfono móvil, cifra que asciende al 75% a los 11 años y al 90% a los 14. Asimismo, el 98,5% de los adolescentes está registrado en una red social, y dos de cada tres tienen dos perfiles, uno para la familia y otro para los amigos.
Estos datos reflejan una realidad incuestionable, que no necesita demostración estadística: nuestra vida cotidiana está completamente condicionada por el móvil y el ordenador. Basta con observar a padres que, en lugar de peluches en los carritos de sus hijos, ahora les entregan el móvil. Convertido en una panacea para armonizar la convivencia familiar y abrir las relaciones sociales a cientos de entornos antes ignorados, ha adquirido una relevancia capital sin que haya sido necesaria ninguna formación previa. La “motivación”, tan buscada en las escuelas, ha brotado por generación espontánea. Y el avance tecnológico no se detendrá; al contrario, se intensificará.
Un negocio bien estructurado
Todo ha sido el fruto de una maniobra económica magistral. Las grandes tecnológicas han convertido los datos en un bien de valor incalculable. Acumulan lo que se conoce como «capital de datos», obteniéndose a través de nuestra interacción digital. Cada acción en la red es una forma de trabajo invisible con la que cedemos información. Posteriormente, esas empresas «monetizan» nuestros datos vendiéndolos directamente, o utilizándolos en modelos publicitarios y sistemas de predicción de nuestro comportamiento.
Educar en el uso consciente de la tecnología
Esta realidad no debe desalentarnos, sino impulsarnos a actuar sobre nuestros niños, jóvenes y adultos, promoviendo una formación que contrarreste los fines puramente económicos que se ocultan tras el uso “gratuito” de internet y las redes sociales.
En el ámbito educativo, suscribo la idea que lanzó el secretario del informe PISA durante la presentación de sus resultados:
«No hay que detener la llegada del futuro o tratar de regresar al pasado sino administrar bien el futuro».
Y el mensaje que encierra el título de un artículo interesante sobre el tema de la revista Retina (El País):
«Sin alfabetización digital no hay ascensor social».
Y en una cita del mismo artículo se destaca:
«La tecnología es más que un medio de vida. En esta era digital se ha convertido, directamente, en una forma de entender la vida. De estar en ella».
En el ámbito educativo, existe una gran confusión sobre cómo abordar esta situación. Se están desarrollando diferentes estrategias para responder al desafío que supone la “alfabetización digital”: unas son restrictivas y proteccionistas, y otras proactivas que buscan educar y regular el uso de la tecnología.
Actuaciones de las familias
Existe un movimiento de padres y madres en varias comunidades autónomas que promueve retrasar el uso del móvil en sus hijos hasta los 15 o 16 años.
Para más información, recomiendo visitar la web Pantallas Amigas (www.pantallasamigas.net.), donde se pueden encontrar respuestas fundamentadas sobre el uso seguro de las TIC. No obstante, es fundamental que los padres sean conscientes y se impliquen en el proceso. Este portal plantea un cambio en la pregunta habitual: «¿A qué edad puedo dar el primer móvil a mi hijo?».
Por esta otra: ¿En qué momento vamos a estar preparados para acompañar de manera adecuada a nuestro hijo cuando le entreguemos el móvil?
Además, ofrece información sobre aspectos importantes:
—El control parental
—Los teléfonos adaptados a la edad.
—La configuración segura del móvil para que el menor lo utilice sin riesgo.
En las escuelas e institutos
En febrero de 2025, todas las comunidades autónomas españolas implementaron la prohibición del uso de móviles en los centros educativos. Esta medida ha mejorado la convivencia escolar y ha reducido el ciberacoso entre estudiantes, según una noticia de la Cadena Ser (24/2/2025).
Sé con certeza que, en Primaria, los casos de infracción a esta norma son mínimos. En Secundaria, los datos no los conozco de forma fiable.
Sin embargo, sigue en el aire la pregunta fundamental: ¿Quién va a formar a niños y niñas en el uso correcto del móvil y las TIC?
El horario escolar no cubre el tiempo que los alumnos disponen cada día para usar el móvil. Es precisamente ese uso descontrolado el que debe preocuparnos. Solo una formación adecuada puede mitigar los efectos negativos de una navegación sin rumbo por internet.
En Andalucía tenemos el (TDE) Plan de Transformación Digital Educativa que tiene como focos:
—Mejorar la gestión y organización del centro.
—Optimizar los procesos de enseñanza-aprendizaje.
—Desarrollar la competencia digital.
—Fortalecer la información y comunicación dentro de la comunidad educativa. No dispongo de datos concretos sobre los resultados que está obteniendo su implementación.
—Personalmente, abogo por regular, en lugar de prohibir, el uso de móviles, tabletas y ordenadores cuando tengan un propósito didáctico y se acompañen de un trabajo de concienciación crítica sobre su impacto.
Si hay suficientes tabletas y ordenadores en los centros, los móviles pueden quedarse en casa. Pero en caso contrario, una buena opción, —ya implementada en algunos centros— es la utilización de taquillas y armarios para guardarlos hasta que llegue el momento de su uso didáctico.
Propuestas didácticas
La opción didáctica elegida debe basarse en una pedagogía activa, centrada en la realidad del alumnado, donde éste asuma un rol protagonista en su propio proceso de aprendizaje
Considero que es imprescindible incluir en el currículum, un tiempo y unos contenidos específicos para la formación en el uso crítico de las TIC y las Tecnologías Emergentes. Es fundamental trabajar desde la realidad digital en la que ellos se desenvuelven, dotándolos de herramientas para analizar críticamente la información en tiempo real y evitar la alienación que supone limitarse al simple “me gusta”.
En paralelo con la comprensión lectora se debe abordar la comprensión crítica de los mensajes digitales.
Hacer conscientes de la transcendencia que pueden tener los datos que difunde el alumnado.
Todo ello, adaptado a su nivel madurativo, garantizando que desarrollen una mirada reflexiva y consciente sobre su participación en el entorno digital.
Algunas actividades concretas que se pueden implementar en las programaciones:
—Realizar un debate grupal sobre el uso de los móviles en el tiempo de clase. Reflexionar colectivamente sobre el tema es, en sí mismo, un ejercicio con un gran potencial formativo. Incluso si la mayoría se pronuncian en contra, el proceso de argumentación y análisis crítico resulta enriquecedor. Es fundamental conseguir una consciencia de autorregulación sobre el uso de la tecnología.
—Trabajar la detección del bullying y el ciberacoso mediante diversas herramientas: cuestionarios anónimos, debates, sesiones de tutoría individuales, actividades basadas en trabajo cooperativo, reuniones con familias, etc.
—Fomentar estímulos alternativos en los tiempos de ocio como recreos activos, ligas escolares, juegos cooperativos, espacios de creatividad y socialización para fortalecer la interacción personal y el juego fuera de las pantallas.
—Implementar un programa reglado de ciberseguridad desde los cursos inferiores. Las amenazas comienzan en el momento en que los niños se quedan solos frente a la pantalla sin supervisión. Es esencial formarlos en temas como: la entrega involuntaria de datos personales, el grooming (caer en manos de personas que se pasan por niños para obtener imágenes o información). Sobre temas como las descargas de aplicaciones infectadas, software malicioso, engaños a través de premios falsos y fraudes digitales…
—Sobre las «Fake New», los bulos y la manipulación informativa: es fundamental programar ejercicios para detectarlas en los medios y en las redes a través de actividades prácticas. Realizar listados de noticias falsas y elaborar un protocolo de verificación con el proceso correcto: examinar su origen y su autor, comprobar la fecha de publicación, contrastando si aparece en otros medios, consultar páginas de verificación de información, preguntándose quién se beneficia de su difusión… Un ejercicio interesante consiste en redactar Fake New para ver cómo se pueden generar y con qué intención.
—Juegos como “El caza bulos”: presentando al alumnado noticias para que debatan sobre su veracidad o no en grupos y, posteriormente ir a comprobarlo en plataformas de verificación.
—Programar “Proyectos de Trabajo” que, además de abordar los contenidos curriculares, utilicen las TIC como herramientas de documentación y presentación de los resultados.
Conclusión
En resumen, se trata de que el alumnado se enfrente de manera directa en la clase y, a ser posible de forma cooperativa, a situaciones que pueden ocurrirle en la realidad, y que adquiera los recursos necesarios para gestionarlas de forma correcta.
Este tipo de actividades ya se desarrollan en muchos colegios e institutos gracias a la iniciativa de profesores individuales concienciados sobre la importancia de la educación digital y la ciberseguridad. Sin embargo, el reto es integrarlos de forma sistemática en los currículos y en las programaciones de los centros.
No obstante, todo esto quedaría en papel mojado sin dos condiciones fundamentales:
—La implicación de la Administración Educativa, estableciendo una regulación normativa clara sobre la enseñanza de estas competencias.
—Trabajando en la formación permanente del profesorado, ya que estos temas evolucionan a unas velocidades vertiginosas y requieren actualización constante.
Manuel Mellado González. Maestro y ex-director del Centro de Educación del Profesorado Marbella-Coín
Leave a Reply