Una pequeña introducción que creo necesaria. Los ciudadanos debemos participar en la vida municipal militando en un partido o de forma particular en los medios que nos ofrecen sus páginas o en el barrio o cualquier colectivo, sin necesidad de que se nos convoque a unas elecciones. No me mueve ningún interés especial sino aportar mi punto de vista tan relativo como particular; y, a ser posible, sin acritud. Agradezco de entrada esta oportunidad a «Marbella Activa». A ello voy.
Externalizar. Palabra mágica en la realidad municipal. Pasar algo del interior al exterior, a lo superficial. Dicho de una institución pública «encomendar la realización de tareas o servicios a otra empresa». Prefiero la claridad de la palabra privatizar. Es más directa y clara y no te lleva a engaños. Pasar de lo público a lo privado. En este caso es trasladar la gestión, la cesión o la propiedad de un solar o ente público en un área determinada a una empresa privada. Ceder la responsabilidad de una tarea encomendada a lo público a una sociedad privada.
Entiendo perfectamente la ideología de derechas que dice que el estado debe asumir cuantas menos responsabilidades mejor y cederlas al ámbito de lo privado porque lo hace mejor. Reducir cada vez más la gestión del estado, aunque sea reconocida por la Constitución, al ámbito privado. Lo entiendo, pero no lo comparto.
Los principios de igualdad, solidaridad y justicia se tiran por la borda. Pero la pregunta inmediata y peligrosa es si la empresa externa lo hace mejor, ¿para qué los queremos a ustedes, cargos electos? La empresa como sustituto de la actividad política ya la sufrimos con el gilismo. Aún andamos pagando sus consecuencias.
Lo que no comprendo es que se engañe a varios niveles: primero, la empresa privada no es ni más eficaz ni más conveniente para los ciudadanos, solo hay que recordar a dónde nos llevó la crisis mundial de la banca en 2008, y, en segundo lugar, si la empresa privada se queda con un área de responsabilidad municipal o de cualquier otra, es para obtener un beneficio. La alternativa es: o gasta menos con peor servicio o lo encarece. Es lo lógico. No son hermanitas de la caridad, y, en tercer lugar, adivinar o contrastar cuales serán los objetivos de esa empresa al realizar esa función. Por otro lado hay dos variantes en la privatización de las funciones municipales, sean de cultura, de jardinería o de cualquier otra área. ¿Privatizamos la función con el personal municipal a cargo de la empresa adjudicataria a partir de ahora o solo la función y nos quedamos con el personal? Nuestra corporación ha optado por la segunda, con lo cual se queda con el personal que ya no tiene cometido con los brazos cruzados y la empresa, encantada, contrata a su personal con el sueldo base, que es la tercera parte del que cobra el personal municipal, con la desigualdad que ello produce, y los ciudadanos pagamos el doble.
Es absurdo, pero viene sucediendo. Dos jardineros: uno funcionario y otro de la empresa trabajando juntos, pero enfrentados. Solución: se suben los impuestos y ya está.
En la privatización hay una declaración implícita de incapacidad de gestionar la vida municipal para la que se han elegido los concejales, de inutilidad, de desidia o de desprecio a la labor encomendada. La pregunta se repite: si no eres capaz, ¿para qué estás ahí?, ¿solo para cobrar? Esto se agrava aún más cuando la Corporación nombra a más de dieciocho cargos de confianza o directores generales con sueldos medios de de setenta mil euros/año que ayuden en determinadas áreas. Entendible sería de forma puntual para un cometido específico; pero de forma permanente, sin formación adecuada para ayudar en ese área y en un ayuntamiento de casi cuatro mil empleados, suena, como mínimo, incomprensible. En especial al que esto escribe que perteneció a una Corporación con una sola persona de confianza: el secretario del alcalde.
Quiero dedicar esta segunda parte a la concesión del derecho de superficie de solares públicos o de edificios municipales a empresas particulares. Hay multitud de solares municipales cedidos, en especial deportivos, también escolares, como por ejemplo el club de tenis de la carretera de Istán a un célebre tenista ya fallecido; o el que está construyendo en Río Huelo para un gimnasio municipal en unas pistas deportivas. Sorprende en un municipio carente de suelo, según dicen.
Me gustaría reflexionar, sin embargo, sobre uno en particular que tiene un cartel en la entrada que dice piscina municipal. El pabellón deportivo con piscinas, salas y gimnasios nos costó a todos los ciudadanos la friolera de 1.734.000 euros. Lo preciso porque durante su construcción un enorme cartel a pie de solar ponía esa cantidad aportada por la Junta de Andalucía y Corporación Municipal. Pasaba todos los días delante con la ilusión de verlo terminado. Y se terminó. A los pocos meses se le concedió, no sé por cuántos años, a la cadena de instalaciones deportivas «Supera». Ni sé quiénes son los concesionarios beneficiarios ni me interesa; solo sé que una ciudad de más de ciento sesenta mil habitantes que no tiene instalaciones deportivas adecuadas no se puede permitir estos derroches o queda la duda de que tengamos responsables incapaces de gestionar nada.
De esta forma los ciudadanos pagamos dos veces: con fondos de todos y con una cuota particular unos servicios que debían, en verdad, ser municipales.
Reitero que esta política es lógica en un partido de derechas: cuantas menos áreas públicas, mejor. Me cuesta más admitir que los ciudadanos que respaldan con su voto con mayoría absoluta esta política municipal sea esto lo que quieren para su ciudad. Yo, no.
Rafael García Conde.
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