Las últimas elecciones municipales –28 de mayo de 2023— han configurado en Marbella un poder municipal polarizado entre el Partido Popular (PP) –40,78% de los votos— y el Partido Socialista (PSOE) –26,02%—, si excluimos la presencia de VOX y de Opción Sampedreña (OSP). Los votos de este partido, ante la mayoría absoluta del PP, han perdido la cotización que nos tuvo en vilo la noche electoral. Su líder anunciaba que ya vería a quien se los daba, subliminalmente quería decir a quien se los vendería. Para eso están los votos de cualquier periferia con aspiración soberanista: para que los partidos mayoritarios y centralistas formen gobierno y paguen. Y sí, OSP sabe vender, el PP demostró en 2017 que compra sin regatear.
La ultraderecha llegó
La presencia de VOX en la institución municipal no modifica la realidad del bipartidismo. Ha sido en la mayoría de las secciones –exceptuando San Pedro— la tercera fuerza más votada. Pero incluso en zonas de renta muy alta donde ha obtenido el mayor número de votos (Rosario, Elviria, Marbesa, Casablanca, Nagüeles, La Carolina o Guadalmina) queda muy lejos del PP. La extrema derecha ha entrado en el poder municipal sin sobresaltos. Lo que cabría preguntarse es si alguna vez salió, dada la perseverancia en la institución de agencias camaleónicas: camisa azul en el franquismo; posibilismo en los ayuntamientos socialistas; promoción generacional de la endogamia administrativa en el gilismo; neoconservadurismo a partir de 2008. En Marbella VOX poco tiene que exigir. Sus demandas a nivel nacional con las políticas de Memoria Histórica aquí están más que cumplidas. El callejero mantiene solo el recuerdo de los combatientes y víctimas del bando que ganó una guerra que la derecha pide olvidar. Eso sí, sin tocar los rótulos con los nombres de sus muertos. Nuestras calles conservan recuerdos sombríos para quienes vivieron durante la dictadura bajo la amenaza de la denuncia política. A diferencia de lo que ocurre en Europa, la connivencia con el régimen nazi de ilustres personajes ha sido hábilmente desplazada por el mito. Lo que se ignora no existe. Tampoco VOX tiene que preocuparse por la imposición, como viene pretendiendo, de una lectura de la historia ultranacionalista. De eso ya se encarga el tejido societario ultraconservador que vehicula, sin el más mínimo pudor intelectual, el rancio relato de la Cruzada, de la Reconquista y del Imperio español. En Marbella VOX no encontrará la huella de aquella derecha tardo franquista que quería dejar de serlo. En espacios donde hubo cristianos muy comprometidos con la recuperación de la democracia, hoy hay fanatismo religioso; donde hubo asociaciones religiosas de talante democristiano, hoy hay integrismo católico. Y de aquel potente movimiento andalucista, no queda para tranquilidad de VOX, más que los arquetipos folklóricos que tanto gusta a sus votantes.
Aquí la religiosidad se ha convertido en idolatría. La frontera entre el espacio secular y el sagrado es tan porosa que el Patrón de la ciudad es alcalde y la alcaldesa pregonera de Dios. Hoy hay más banderas rojas y gualdas en los altares que en las instituciones civiles. Por el contrario, las imágenes religiosas están más tiempo en la calle que los templos. Tanto en San Pedro como en Marbella, VOX ya tiene de sobra lo que reclama a los sin dios: el esencialismo católico como fundamento de lo español.
En las elecciones municipales, el techo de VOX en los barrios populares de Marbella y San Pedro, en los que ha ganado el PSOE, rara vez alcanza los 50 votos. Ese nivel disminuye en las secciones de renta más baja del municipio, en las que reside aproximadamente entre un 20% y un 25% de población inmigrante: Divina Pastora vieja, Santa Marta, Arcos de San Enrique, Colonia del Pilar, Plaza de Toros y Leganitos. Los dos concejales que hoy tiene VOX no han salido, como se dice, de los barrios populares. Sus mayores apoyos están en urbanizaciones de alto nivel en San Pedro y Marbella y en las viviendas de adosadas de la periferia, habitadas por grupos medios de origen popular.
El Partido Popular se quedó
En la zona oriental del municipio, el PP, con una abstención superior al 50%, ha superado los 400 votos –El Rosario, Los Monteros, Elviria y Cabo Pino—.
Entre Arroyo Primero y Guadalpín, el PP no tiene rival. En la mayoría de las secciones del núcleo urbano –distrito 1— con una abstención entre el 40% y el 50%, los apoyos del PSOE han sido la mitad de los del PP. Totalmente insignificantes son los 22 votos que la ultraderecha tiene en el centro histórico. Aquí gana el PP pero ganaría cualquier poder que permita lo que permite este Ayuntamiento: la total ocupación del espacio público, la conversión de calles en terrazas y la existencia de extractores de humo pegados a la muralla del Castillo (Bien de Interés Cultural).
La distancia entre los dos partidos mayoritarios se mantiene al norte de Ricardo Soriano hasta Valdeolletas. Pero en la Milla de Oro y Puerto Banús los votos de Muñoz multiplican los de Bernal, que no se imponen en barrios de extracción popular de Nueva Andalucía.
El PSOE resistió
La victoria socialista dibuja en el centro de un mapa azul la silueta de una mariposa roja. Sus alas se extienden sobre los barrios populares del núcleo urbano de Marbella, espacios densamente poblados, entre los que están algunos de los de menor renta del término. Allí con niveles de abstención por encima del 50%, José Bernal ha ganado a Muñoz en las calles de la Divina Pastora vieja; en los Arcos de San Enrique y Santa Marta; en la Divina Pastora nueva, tanto a ambos lados del tramo alto de López Domínguez como en los bloques situados entre esta avenida y Alfredo Palma. Pero el mayor número de votos lo ha obtenido en las tres secciones de la populosa Plaza de Toros. Al otro lado del Parque de la Represa, ha ganado en el Barrio Alto, en Leganitos y en la zona de Miraflores que se extiende entre el Albergue África y la Circunvalación –precisamente la más castigada por las talas—. Todos barrios obreros, donde la victoria socialista –excepto en el Barrio Alto— se ha repetido el 23 de julio.
La lealtad sampedreña
La tercera fuerza más votada es OSP (9,65 %) pero los votos de esta formación se concentran –salvo algunos en Nueva Andalucía— en San Pedro. Allí los resultados electorales configuran un mapa político más plural. Las elecciones municipales las ha ganado en el caso urbano de San Pedro OSP –donde alcanza entre el 33,30% (sección 6) y el 42,50% (sección 19) y —, en la mayoría de sus secciones. En las mismas, el PP ha obtenido entre un 25,40% (sección 6) y un 30,70% (sección 15). Pero incluso en los colegios donde ha ganado el PP, OSP es la segunda fuerza más votada. El porcentaje obtenido por el PSOE, no supera el 28% en los feudos electorales de OSP. Una situación que cambiará radicalmente en las generales de julio.
El bipartidismo resulta paradójico en un municipio donde han concurrido ocho formaciones políticas. Cinco se han quedado sin representación municipal. El techo de los votos obtenidos por estas formaciones lo alcanza Ciudadanos (CS) –3,52%—. Pero ese partido ha perdido el apoyo de casi 1.000 votantes que le permitieron en 2019 colocar una «convidada de piedra» en la corporación anterior.
Los pequeños grandes partidos
Las restantes formaciones quedan con porcentajes aproximados por debajo del nivel de CS –entre el 3,44% y el 2,82%—. Por Marbella y San Pedro no alcanza el 1% de los votos.
Los votos de Impulsa Ciudad, Por Mi Pueblo y Con Andalucía se emiten en una geografía urbana socialmente diferenciada.
Los de Impulsa Ciudad (1.656) se concentran en el casco urbano. El techo de sus apoyos está entre Guadalpín y La Carolina (57 votos) y Huerta del Prado (52). Lima ha obtenido votos en Huerta Belón y Parque de Miraflores (47) y a la izquierda del tramo alto de Trapiche (37). Ese nivel se mantiene en las secciones vertebradas por López Domínguez, pero baja en los feudos del PP. Entre el Paseo Marítimo y la N-340, desde la desembocadura del Río de la Represa hasta Guadalpín han votado a Lima en todas las secciones pero en ninguna ha sobrepasado los 30 votos. Sus apoyos, salvo los votos obtenidos –entre 20 y 25— en Nueva Andalucía, se concentran en las secciones más acomodadas del núcleo urbano de Marbella. Por el contrario su invisibilidad –excepto en Santa Marta— es casi total en los barrios más pobres del municipio. No obtiene votos en dos secciones de la Plaza de Toros ni en el tramo bajo de López Domínguez; no llega a los 30 votos en la Divina Pastora vieja y su presencia es nula entre Puerto Banús y Guadalmina.
Por mi Pueblo obtiene sus votos (1.355) prácticamente en las mismas secciones que Impulsa Ciudad. El techo de Gómez está en los 45 votos contabilizados en la sección de Francisco Norte y los 44 obtenidos en Valdeolletas. Como Impulsa Ciudad, Por mi Pueblo tiene muy poco apoyo entre los sectores populares, puesto que los 50 votos obtenidos en las Albarizas corresponden a un sector socialmente híbrido.
A la izquierda del PSOE, Marbella se ha quedado sin su izquierda histórica. La lista de Morales no contabiliza ningún voto en el casco antiguo; en la zona que transcurre entre el Barrio y el Parque de la Constitución; en las exclusivas urbanizaciones de Valdeolletas y Nagüeles; en la Milla de Oro y en Puerto Banús.
Los votos de Con Andalucía (1.571) están en las secciones donde no los obtienen ni Lima ni Gómez: en los barrios obreros de Marbella donde gana el PSOE. Pero sus porcentajes en todos los casos se sitúan entre el 1,5% y el 3% de los votos y solo en el tramo alto de López Domínguez alcanza 66 votos. En las secciones de San Pedro, la lista de Morales no llega apenas a los 20 votos. En la parquedad de estos resultados, la influencia del voto útil al PSOE es evidente.
La maldición de la abstención
El fenómeno abstencionista (48%) se ha vuelto a manifestar agudamente en las elecciones municipales de mayo. Quienes creíamos que el asunto de las amistades peligrosas de la alcaldesa movilizaría un voto –al margen de su color— regenerador, nos equivocamos. De los electores que han votado, casi la mitad han preferido dejar las cosas como estaban reeligiendo a Muñoz.
La inhibición electoral más alta presenta una polarización extrema. Es superior al 60% en las zonas de estatus social alto como Puerto Banús (67%) y Cabo Pino (60%). En Marbella ciudad la abstención ha sido superior al 50% en varias de las sesiones de renta baja. Ese porcentaje se ha alcanzado, también, en las exclusivas urbanizaciones de Nagüeles, en las que vertebran la Milla de Oro y en el núcleo de Nueva Andalucía con un perfil social de población trabajadora.
La abstención queda por encima del 40% en todas las secciones del casco urbano de Marbella. En los barrios rojos la más alta es en Plaza de Toros (49%) y la más baja en el Barrio Alto (40%). En las azules, se sitúa entre el 49%, en el Parque de La Constitución, y el 41%, en el centro histórico.
Los sectores donde la participación ha sido más alta son las urbanizadas en la época de Gil en las faldas de Sierra Blanca. En Huerto del Prado y Cancelas han votado más del 63% de los electores y en torno al colegio Xarblanca el 61%. Espacios en las que conviven promociones de viviendas adosadas con urbanizaciones de nivel alto.
La naturaleza de los votos de San Pedro, circunscritos a la aspiración de un autogobierno municipal de incierto color político; la pérdida de dos concejales del PSOE a favor de VOX y la mayoría absoluta del PP determinan la corporación municipal más derechizada desde el franquismo y con más posibilidad de que el espacio democrático del PP sea ocupado por los sectores más involucionistas. Esos que ya en los años sesenta eran tan altivos con los emigrantes del interior como serviles con los extranjeros ricos; esos que ya no disimulan su misoginia, su patrioterismo localista y excluyente, ni su nostalgia por el capital simbólico de privilegiados que les confirió el franquismo.
A Muñoz la ha votado el 21% del Censo Electoral, lo que significa que al 79% de los ciudadanos con derecho a voto le es indiferente o no la quiere.
Los medios municipales de comunicación, controlados por el PP y las redes de los cargos de confianza con mayor tendencia a la exposición mediática tienden a presentar –para eso cobran— la victoria electoral como absoluta. Calculadamente se evita el sesgo indicador de la existencia de una oposición al margen de la del rival mayoritario
Los cinco partidos sin concejales representan casi el 14% de los votos. Han concurrido a la batalla electoral junto a partidos que gobiernan y han gobernado la nación y la Junta de Andalucía. Eso implica la determinación de visibilizar corrientes de opinión en el municipio que son minoritarias pero no subalternas. Ahora corresponde a esas formaciones ejercer la oposición en la calle y desarrollar proyectos de pedagogía política que impidan el letargo de la disidencia, activa solo cuando llegan las elecciones.
En Marbella los resultados electorales van más allá de la victoria de un programa político que ha de ser aceptado en el marco del juego democrático. Evidencian la conformidad de un sector de la ciudadanía con el presunto uso del Ayuntamiento para fines delictivos por actores indeseables. Pero esa conformidad tampoco es uniforme.
El voto útil, siempre desgarrador, es para el votante de cualquier tendencia una opción imperativa para la derrota del oponente más poderoso, pero implica la cesión de una preferencia prioritaria. Muñoz ha sido también para muchos votantes del PP un mal menor, aceptado en función de su lealtad al Partido y a la defensa de sus valores. Otro asunto es el voto cautivo. Junto al conjunto de cargos de confianza –que pocos conocen dada su discreción— designados legalmente por su excelencia profesional, Muñoz ha creado una plantilla cada vez mayor de «asesores» de funciones indefinidas que ha colonizado la administración municipal. A su optimismo vitalista, a su dedicación a las relaciones públicas y a su don de la ubicuidad se le ha confiado la captación del voto más indeciso. Su función más conocida ha sido implantar en el municipio una suerte de religión política basada no en la defensa de valores del Partido sino en el culto personal a la alcaldesa. Esos ubicuos dispararan en el futuro los niveles abstencionistas porque si alguna vez la Justicia le pide cuentas a Muñoz, ninguno la habrá votado. Entre tanto esos votos han blanqueado su imagen y disipado las tinieblas del deshonor.
La impunidad era tan previsible como la abstención que deviene del hastío; de la resignación a usos perversos del poder político que pocos cuestionan; de la conciencia fatal de que nuestros alcaldes dependen menos de la soberanía popular que del poder judicial.
Lucía Prieto Borrego. Profesora de Historia Moderna y Contemporánea de la UMA e historiadora.
Artículo publicado originalmente en su blog (ver publicación).
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