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Iglesia y convento están en la calle principal del pueblo. Sus dimensiones me hacen dudar y no sabría decirles si me adentro en una iglesia con un convento al lado o en la iglesia del propio convento. El convento es de monjas de clausura y parece más grande que el templo, que es de una sola nave. Un edificio renacentista de mediados del siglo XVI. Adusto, salvo por las capillas interiores de hornacinas recargadas. Una iglesia diferente porque tiene una cripta con la tumba de sor María del Socorro, que espera su beatificación. Parece una habitación pequeña, con las dimensiones de un dormitorio, que está dividida en dos por una verja de hierro, como de coro catedralicio, y un cristal desde el que te asomas a la tumba, que está abajo, como en un sótano. Preside un gran retrato de medio cuerpo de la monja, vestida con hábito de mangas largas y arrugadas. Nació a finales del siglo XVIII y murió en el convento, apenas a los 44 años, en olor de santidad tras haber sufrido «enfermedades casi continuas en el cuerpo» y «tribulaciones y persecuciones del demonio en su alma». Rememoro cuanto se confunde lo de morir en loor y en olor de santidad. El olor a santidad, que dicen dulce, se asocia a los cuerpos que permanecen incorruptos. El loor va asociado a la gloria. Sobre su pecho, una escarapela con la palabra caridad en latín.
Debajo del cuadro hay una especie de escritorio, con dos cajoncitos y unas baldas, como obra de carpintero de pueblo, donde se exponen varios libros con la misma imagen. Alguno, en italiano. Sobre el escritorio, una cajita fuerte blanca, como una alcancía con una rendija pequeña por la que sólo caben monedas o billetes doblados. Se piden donativos para la causa de beatificación de esta monja, con evidente devoción en la localidad. En el cuarto hay sitio para un reclinatorio.
Pero lo que destaca es una especie de dietario, el Libro de los Agradecimientos y Peticiones. Está forrado, como los libros de la escuela, y viene con manual de instrucciones. Un pos-it indica el modus operandi: «Fecha, María del Socorro te pido…, Intercede a Dios por…, Te doy gracias por…, la firma, y nombres y apellidos legibles». Hay un bolígrafo de cuatro colores atado con una cuerda al pomo de uno de los cajones. Pudiera pensarse que para poder usar el verde esperanza o el rojo urgencia, pero no, casi todas las peticiones y agradecimientos están en negro. La clave del libro es que se puede leer. Quien apela a la intercesión de la futura beata se abre en canal, se expone a la vista de todos. Incluido yo, un intruso que pasaba por allí.
La desnudez del alma humana. Me digo que igual no debería husmear entre sus páginas, que van de cuitas personales, pero están ahí. Reconozco que me siento como un ladrón, pero no me resisto, me puede la curiosidad. Digamos que la de periodista. A ver qué han escrito en el libro. Y quienes lo han hecho. A fin de cuentas, solicitan todos los datos. Se sabe quién, cómo y cuando realizó las peticiones. Lo abro con mimo. Leo. Atentamente pero rápido, como si temiera que me descubran y me acusen de profanador.
¿Cuánto estuve? ¿Cinco minutos? ¿Quizá diez? No mucho más. Lo suficiente para constatar que hay muchos más agradecimientos que peticiones. Sí, la gente da más las gracias que pide cosas, se preocupa más por los demás que por ellos mismos, y da las gracias porque sí, por el simple hecho de vivir, porque los suyos y sus cercanos están bien de salud. ¿Se creen que solicitan dinero, cosas materiales? No. «Salud, amor y amistad», una petición escueta lo resume casi todo. Algo entiendo de grafología y puedo adivinar los autores por los trazos. Algunos se expresan con dificultad y redondean torpe la letra. La primera que leo solicita «Paz de alma y espíritu». Luego, Paco José, con una cursiva preciosa, escribe solo una palabra: «Protégenos». Las hay, ya suponen, cargadas de religiosidad como la que manda bendiciones a la comunidad de las monjas, hoy poco más de media docena, Otras, «Te queremos, madre nuestra« y «Gracias, señor padre celestial». Intuyo mayoría de mujeres. Una joven se explaya media página. El año pasado acudió a pedirle ayuda y fuerza en los estudios y le fue bien. Lo agradece. Ahora anda asustada porque empieza segundo de bachillerato. Pero sobre todo, con esa candidez propia de la edad, pide «ser feliz de verdad». Abajo, la que sin duda es su madre, explica que la niña se angustia, que se le hace difícil.
Algunas peticiones parecen crónicas hospitalarias. Toda una página para agradecer el caso de la hija de una prima, a la que embarazada le detectaron lo que parecía un cáncer, que igual no iba a poder ser madre. La devota concluye gozosa que «al sacar a la niña vieron que estaba completamente limpia». Y que «es preciosa. Gracias sor María del Socorro». Había un «Te encomiendo la situación de España», que ya es mucha encomienda, pero me quedo con un «Gracias señor, por todos los días». Gracias, señor, por todos los días… Ahora, no me cabe ninguna duda, lloverán peticiones por la salud del papa Francisco, con la salud más que maltrecha. La vida escrita entre renglones de fe. Se podrá ser más o menos religioso, pero cuanta bondad desprende ese libro anclado a un bolígrafo de colores. De colores aún por estrenar.
Miguel Nieto. Es periodista y miembro de Marbella Activa. El Dardo en La Palabra es su sección semanal en el programa de Onda Cero ‘Mas de uno Marbella’.
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