El ciclo de la naturaleza sigue su curso. Han pasado dos meses de vacaciones, tiempo suficiente en la mayoría de los casos para que nuestros hijos e hijas hayan roto con los hábitos y rutinas que habían adquirido durante el curso anterior. Las vacaciones son tiempo de caos, de olvido, de relajación; pero no debe considerarse algo negativo, al contrario, los juegos, las vivencias no obligadas, los aprendizajes informales e inconscientes funcionan un poco como marca la teoría del caos para el universo: tendencia al desorden hasta llegar a un equilibrio de rango superior de forma cíclica. Como maestro lo notaba mucho cada mes de septiembre cuando continuaba con los mismos alumnos y alumnas.
La relación de tareas que tenemos al principio de curso es importante. Tenemos que rehacer los hábitos y las rutinas de trabajo con nuestros hijos e hijas, o empezar a desarrollarlos si no los tenemos conseguidos: horarios de trabajo y de ocio, de videojuegos y de móvil, comidas, ejercicio físico, actividades extraescolares y estudio autónomo… Si es posible, lo haremos hablándolo con ellos y haciéndolos conscientes de su importancia.
Habrá que hacer una evaluación de lo que hicimos el curso anterior. Intentaremos que evalúen y descubran lo que nos fue bien y lo que nos fue mal. A partir de ahí, partiendo de lo que fue bien, acordaremos algunas metas para conseguir este curso en lo que nos fue mal. Metas pequeñas, pero bien planificadas en las que estén claros los objetivos que vamos a conseguir juntos, cómo lo vamos a hacer y cuándo y decidiendo qué necesitamos para conseguirlo. El diálogo, la escucha activa de sus argumentaciones e ideas es fundamental en nuestra actitud. Dejemos por un momento de soltarles el rollo de cómo tienen que actuar, escuchemos sus opiniones y propuestas y negociemos las condiciones de sus compromisos con el trabajo. Es difícil a ciertas edades, pero hay que intentarlo.
Soy consciente de que esta propuesta no se suele tener en cuenta: se sigue actuando con los hijos e hijas de formas que está demostrado que no ayudan a conseguir los mejores resultados educativos. La neurociencia nos está diciendo que “la letra con sangre no entra” no se aprende a base de castigos, se adiestra, se enseñan procesos memorísticos o repetitivos, pero pocas veces se consigue desarrollar la creatividad y el espíritu crítico. Tampoco se debe comprar el trabajo de los niños y niñas a base de prometerles regalos exagerados, ni hay que dejarlos hacer lo que ellos quieran en todo momento. Hay que desarrollar la responsabilidad personal, dialogando y negociando con ellos y ellas y acompañándoles en todo momento, dándoles seguridad y confianza, pero no caprichos. La vida de las familias con jornadas de trabajo de los padres tan prolongadas es poco propicia para atender de forma óptima a los hijos e hijas, por eso se hace más imprescindible aprovechar los tiempos organizándolos de la forma más eficaz posible.
También suele ocurrir que hay muchos niños y niñas que ya empiezan en septiembre sabiendo que van a suspender. Es un tema que ya hemos tratado, pero sobre el que es necesario volver a hablar y tenerlo muy presente.
Las personas somos muy diferentes, ahora se habla incluso de que existen nueve tipos de inteligencias, cada uno tenemos disposición a desarrollar mejor unas que otras pero siempre debe quedar claro que ser más o menos listo no tiene que ver con ser más o menos persona. Todos y todas somos personas con los mismos derechos y obligaciones y, si conseguimos que piensen así nuestros hijos e hijas, el problema del acoso escolar se acabaría de inmediato.
En este aspecto es importante que familias y profesorado empiecen el curso con altas expectativas sobre los y las estudiantes, dejando bien claro que cada uno o una debe conseguir el máximo posible que le permitan sus capacidades individuales y evitando que algunos caigan en el desaliento y la angustia de sentirse impotentes ante las exigencias del currículo.
Siempre recordaré a uno de mis profesores que empezaba el primer día asegurándonos que la mayoría de la clase iba a suspender su asignatura: en ese mismo momento muchos compañeros comentaban en voz baja que ellos no pensaban estudiar porque ya sabían que iban a suspender. En cambio otro nos vendía lo interesante que era el contenido de su asignatura y nos pedía que buscáramos minerales, fósiles, hojas, flores… para ir estudiándolas en las clases: hasta los compañeros con más dificultades se animaban a investigar, aunque luego no aprobaran.
Concluyendo: afrontemos el inicio de curso desarrollando en nosotros y nuestros hijos e hijas altas expectativas de logro, marquemos metas pequeñas en los temas que conocemos más problemáticos y realicemos una labor de acompañamiento a base de estímulos positivos sin caer en el chantaje emocional, ni en la amenaza continua, ni en la permisividad por rendirnos. Animar sin consentir, ayudar sin evitar el trabajo que deben desarrollar ellos y ellas y valorar a las personas por encima de sus resultados académicos.
Manuel Mellado. Coordinador del proyecto educativo de Marbella Activa
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