
Hay escritos que uno sabe destinados al cajón del olvido. Ese cajón secreto que guarda nuestras contradicciones, nuestras equivocaciones, nuestros pecados más graves. Ahí guardamos -nunca lo abrimos- aquellas confesiones que no encuentran confesor que las escuche y mucho menos que las redima. Todos las tenemos, las confesemos o no.
Escribo esta para desmenuzarla, para enfrentarme a su contradicción o a su oscuridad que no logro iluminar. Sé que navegar contra corriente es difícil; pero, si encima lo haces contra la tuya, es mucho peor. Si a ello se suma una corriente de opinión dominante y arrasadora, resulta casi imposible. Mejor no tirarse al agua. Pero ahí voy.
Todos creemos y defendemos la igualdad entre todos los seres humanos. Igualdad en su consideración, su valoración y en su trato. No tanto en la forma de conseguirla. Todos creemos en ella hasta que sacamos la teoría de la discriminación positiva que consiste en tratar de forma diferente a aquellos que se encuentran en desigualdad, en situación de debilidad, o de indefensión por los cauces normales.
Todos hemos vivido en estos días las manifestaciones del día de la Mujer. Dejemos al lado el apoyo a estas, por supuesto, y a todas las manifestaciones reivindicando derechos, y a una realidad del maltrato de la mujer como a tantos colectivos.
¿Ello justifica que usemos el maltrato sufrido por otras mujeres para yo conseguir situaciones de privilegio? A otro nivel -y perdonad la exageración- se puede utilizar el holocausto sufrido por el pueblo judío para que el sionismo practique un genocidio contra los palestinos y conseguir la tierra prometida. Puedo parecer excesivo, pero el argumento base es el mismo. Aunque en nuestro tema nadie exige el derecho al maltrato por parte de los hombres ni a conseguir privilegios por un pasado de maltratos.
Y sigo preguntándome sin encontrar respuesta: ¿las agresiones sufridas por las mujeres deben ser sentenciadas de forma distinta y con mucha más pena que otras violencias por el hecho de ser mujer -como así es en el código penal-? Estamos considerando a la mujer un ser débil que debemos proteger y castigar de forma especial a sus maltratadores – hay penas superiores por violencia de genero a las establecidas por un asesinato-. Y si es así, ¿por qué no establecemos las mismas penas cuando lo hacemos contra otros seres en situación de debilidad como los ancianos o los niños?, o ¿qué sucede en un matrimonio homosexual de hombres o de mujeres cuando la agresora es una mujer pareja? Y no quiero entrar en la denuncia de una magistrada en Barcelona que se atrevió a denunciar a mujeres que utilizaban falsos maltratos para conseguir beneficios económicos en los trámites de divorcio. Ni tampoco en la situación de debilidad y nula credibilidad de muchos hombres ante la denuncia de agresión sin pruebas de una mujer. ¿Basta su palabra y la tuya no? De entrada, vas al calabozo.
Nos extrañamos de que las estadísticas reflejen que hay más de un 60% de la población que cree que hay un exceso en las demandas feministas. Y lo más preocupante es que este porcentaje es aún mayor entre la gente joven. Algo estaremos haciendo regular.
En mi ámbito profesional -con mayoría de mujeres- nunca contemplé un trato discriminatorio-no niego que haya y siga existiendo- en otros sectores laborales. En el ámbito de la política si lo he visto con las listas prioritarias a mujeres que han medrado sin mérito de lucha ni preparación para acceder a puestos que no se merecían. No estoy seguro que haya que conseguir el ascenso de las mujeres a puestos de responsabilidad con tratos discriminatorios. Creo en sus capacidades propias para ascender donde ellas deseen sin ayuda de nadie.
Lo que reflejo son dudas que no quiero que se confundan con mi defensa de la igualdad y de la lucha de tantas mujeres por conseguirla ni a denunciar la realidad de la violencia de género.
La pregunta que me hago es si para conseguir la igualdad hay que hacer un trato desigual y hasta cuándo.
Rafael García Conde. Ex-concejal
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