Desde Marbella Activa le damos las gracias a Israel Olivera, periodista, comunicador, poeta y socio de Marbella Activa, por compartir con nosotros este precioso alegato poético sobre su experiencia con las sardinas y los espetos ¡no se puede contar mejor!
«Las sardinas y un servidor no somos amigos. No tenemos nada el uno contra las otras, ni las otras contra uno, no hay guerra abierta, pero digamos que un incidente culinario de hace casi tres décadas puso en solfa nuestro idilio.
La responsabilidad fue exclusivamente mía, comerse cerca de treinta sardinas no es bueno para nadie, y después de una noche agitada, las sardinas y un servidor nos malencaramos.
Y así supervivió nuestra relación, distante, distanciada, hasta el año 1999. Aterricé en Marbella por cuestiones profesionales y uno, siempre ávido de sensaciones, en seguida hizo suyo un perfume muy particular. El de las sardinas asadas al espeto.
Porque en este arte culinario se combina el olor intenso se las brasas, el perfume marino del salitre y de la arena tostada por el sol y, por supuesto, la fragancia rotunda de la sardina. Es inimitable. Así que desde aquel año 99 incorporé esta esencia tan profundamente marbellera a mi imaginario personal.
El aroma del espeto de sardinas me retrotrae siempre al Mediterráneo, a las playas agostadas, a la canícula del mediodía, al rielar del mar, a la cerveza fresca, a la buena compañía. Y en mi historia personal, también al amor.
El perfume del espeto forma parte de mi vida de manera casi telúrica. Es asomarse en un recodo y evocar Marbella de manera inmediata. No puedo disociarlo.
Cuando La Asociación Marbella Activa pone sobre el tapete la necesidad de nombrar al Espeto de sardina Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad no puedo más que aplaudir la iniciativa, porque más allá de mis recuerdos y evocaciones, la gastronomía apela a la memoria, a la historia, a la cultura, a la esencia de un pueblo.
El espeto nos habla de mar, de sus hombres y mujeres, de copos y pescadores, de redes… El espeto nos habla de la tierra, del origen de la caña utilizada para ensartar la pieza… También de la sencillez de su puesta en escena, de lo ahorrativo y digno de su preparación. De la cultura mediterránea, ancestral… Y desde ahí se puede tejer una leve historia de esta ciudad, de sus orígenes y de sus gentes.
Después de casi tres décadas sigo sin comer sardinas, digamos que las respeto, pero siempre pervive y pervivirá en mí el espeto asociado a mi memoria. A mi memoria de Marbella.»
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