Ciudad poliédrica con figuras de diferentes colores, formas y perfiles. Difíciles de encajar, pero no de olvidar ni dejar de quererla. Una vidriera construida a lo largo del tiempo con el esfuerzo y el amor de su gente. Un puzle de piezas tan distintas como necesarias que crean una identidad con múltiples formas.
Tantas ciudades en una que cuesta componer este rompecabezas para encontrar su esencia. Lobata, camino de las viñas. Calle Enmedio, de todos los sueños agrícolas. Barbacana, donde el río duerme. Barrio del norte que palpita camino de Los Monjes; o del este que recuerda el pueblo que fue. Puerto de casas andaluzas y gente extraña. Gente que va y viene. Puerta del Norte, del Oeste o de Málaga. Una Concha que le guarda y protege. Palpito en sus bares. Ciudad con anhelo de pueblo. Una mar que todo se lo bebe, hasta los secos arroyos.
Los nativos de ayer duermen la siesta desde siempre mientras las aves migratorias sueñan con la tierra que dejaron. Los idiomas se multiplican y las costumbres también. Moderna Babel. Ciudad mestiza.
Plata en la Concha. Esmeraldas en la mar. Brillantes en la arena. Hierro escondido en sus huesos. Agua de sal y yodo. Caña de azúcar y pomelo. Pilares romanos en sus Termas, Basílica o Villa. Castillo amenazado. Ciudad patrimonio.
Acostumbrada a vendavales políticos que sus gentes han provocado, adolece de lo más imprescindible mientras mueve su vestido de cola, envidia de media España. Ciudad dormida.
Alegría desbordada en sus fiestas. Carnavales de antes de ayer, copiados de alrededores. Romería de ayer que parece de siempre, casi como su Semana Santa. No importa el tiempo. Todos a la calle. Ciudad de fiesta.
Adolescente que no sabe bien que quiere ser de mayor cuando su historia se extiende en el pasado. Sentada en su trono espera cualquiera que llegue, cualquiera que la utilice, cualquiera que la venda. Ciudad moderna
Envuelta en celofán. Sepulcro soleado. Vacía de equipamientos por dentro, pero merengue por fuera. Merengue dorado u oxidado. Lujosa y exclusiva. Arco iris de revistas de corazón hasta tiene su paseo de la fama. Ciudad suflé.
Llegados de todos los rincones. Refugio de emigrantes que sudan el pan y son ocultados; y de turistas en busca de sus playas. Gazpacho de costumbres, gastronomía e idiomas. Ciudad cosmopolita.
Con cuatro corazones. Uno verde en el este donde los alcornoques aún recuerdan su pasado. Centro de laberinto de casas matas con sabor a puchero. Agrícola e industrial al oeste con vocación de independencia, a su lado laberinto de enjambres de casas con ansias siempre nuevas de mar andaluza, Andalucía La Nueva. Ciudad poliédrica.
Aire de leyenda en la Barbacana y una niebla que escala despacio por La Montúa hasta la Concha. El Río Verde trae leyendas de moriscos desde la sierra y nos cuenta historias de fenicios en su delta. Mientras el Puerto Rico se abre para recibir a los caminantes. Ciudad de ensueño.
Sus calles bordadas de luz y sombra, mientras en sus playas brillan envidia de caracola. Buganvilias de sangre y oro con bordes violetas.
Ciudad que adormece siempre a la misma temperatura. Ciudad sol.
Pieza cuadrada del sueño que se inunda de hierro, pasas y naranjas y sabe a caña de azúcar y a aceite de oliva recién exprimido. Los escasos pescadores echan al mar sus traíñas y vacas arrancando el corazón de sus aguas que la bordean mientras sueñan con pesqueras. Ciudad vieja
El viento levanta la pieza del rompecabezas que no encaja: el poniente de agua y rabia, el levante se arremolina en sus plazas y rincones; el norte esconde su amenaza de frío en las blancas y densas nubes tras la Concha, el terral espera. En la hornacina la virgen llora. Ciudad oculta.
Los pilares saben a viejo en el castillo fantasma que no encuentra su corazón. Alguien quiere arrasarlo y dejarlo en el olvido. Los mosaicos saben a espeto mientras en las termas las gaviotas toman el sol. Ciudad eterna.
En esta ciudad invertebrada los limites están marcados, aunque los perfiles son acuosos. Por dentro, en los barrios, la vida explota. Las buganvilias escalan las paredes encaladas, las capillas derraman lágrimas de pasión, oro y olvido. La tímida brisa baila un tango con los geranios en las macetas de sus paredes mientras aún hay abuelas que sacan sus sillas al atardecer. Ciudad callejera.
Un rompecabezas difícil de encajar, pero quizás no es necesario. Su riqueza está en su diversidad.
Ciudad en busca de su esencia de pueblo.
Rafael García Conde.
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