Los garbanzos parece que nos los trajeron a España los soldados de Asdrúbal que, por el siglo III a. C., se afanaban en levantar Cartagena. En realidad, son de origen turco, país que, no en vano, es el mayor consumidor del mundo. Actualmente, el principal productor es la India, aunque en España también se nos da bien el cultivo de esta leguminosa que nunca alcanzó tanta fama como cuando Manuel Fraga Iribarne, un político del que se decía que le cabía el Estado en la cabeza, con contorno de olla Magefesa, denunciaba en el Congreso que estaban por las nubes. Se paseaba por los mercados preguntando su precio para luego restregárselo al ministro de turno ¡¿Sabe usted cuanto cuesta un kilo de garbanzos?! Una pregunta retórica para acusar al gobierno de que, más allá de las grandes cifras, no tenía ni idea de lo que ocurría en la calle, de lo caro que estaba todo y de las fatiguitas que pasaban los españoles para procurarse la cesta de la compra.
La obsesión de Fraga por los garbanzos en realidad venía de antes, de cuando siendo portavoz de Coalición Democrática, luego Alianza Popular y ahora PP, denunció que las importaciones latinoamericanas arruinaban a miles de garbanceros. A Rajoy le dio por las patatas frente a un Borrell macroeconómico que no atendía a la fatalidad de los españoles, que perdían poder adquisitivo y capacidad de gasto. La carestía de la vida, en suma. Se acuerdan de la expresión ¿verdad? La maldita carestía de la vida. ¿Ustedes creen que Carlos Cuerpo sabrá cuanto cuesta hoy el kilo de garbanzos? Lo dudo. Tanto como que lo sepa Feijoo. De Luis Planas, me queda la duda, que parece más avisado y hurga en la cartera de Agricultura. A 3,30 euros anda el kilo, ya que estamos.
El subidón de los garbanzos para denunciar la carestía de la vida. Hoy tenemos indicadores más fiables como la cesta de la compra, un cálculo minucioso sobre 238 productos básicos, que permite establecer con tino cuanto de caro nos resulta vivir. Los datos nos abruman casi a diario, pero cuando tomamos cierta distancia es cuando adquieren su verdadera dimensión. Hagamos la prueba. Atentos, pregunta: ¿Si les digo que en tres años la cesta de la compra nos sale casi un 40 por ciento más cara, se lo creerían? Un 40 por ciento, repito. ¿Si les aseguro que uno de cada diez españoles tiene problemas no ya para llegar a fin de mes, sino para pagar gastos básicos, se lo creen? Uno de cada diez. ¿Si les digo que cuatro millones doscientas mil personas están en nivel de pobreza, lo asumen? Un 9 por ciento de la población española, se dice pronto.
Del España va bien al que la economía va como como un cohete no parece que haya mucha diferencia. Los gobiernos se clonan. Y los gobernantes se ensimisman allí arriba, tan trajeados como alejados de lo que los ciudadanos sin corbata viven cada día, de cómo les va la vida, de cuanto les cuesta lucharla.
Pero no se trata de hablar del precio de los garbanzos, ni tan siquiera de que desde 2021 el del aceite ha subido un 80 por ciento y los plátanos de Canarias un 38. Hablamos de poder comer carne o pescado dos veces a la semana, de pagar el alquiler, o la hipoteca, de tener la casa a una temperatura aceptable, de afrontar los recibos de la luz, de no acumular trampas, de tener al menos una semana de vacaciones al año, de renovar la ropa o cambiar los muebles costrosos, de poseer más de un par de zapatos o tomarse algo con los amigos una vez al mes. Y de afrontar imprevistos cuando no puedes ni siquiera con los previstos. El nivel de pobreza se asocia a éstas situaciones, que se consideran carencias graves. Si acumulas seis o siete de los indicadores, estás oficialmente tieso y desamparado.
Mal haríamos si lo consideráramos un nicho estadístico. Otro casillero en el político juego de la oca, el de ahora te miento porque ahora me toca. Los señores del Gobierno y sus voceros hablan de los presupuestos en el aire, o de si lo de Cataluña es un concierto o una financiación singular. Los señores del Gobierno, sus voceros y la Oposición harían bien en preocuparse de que España sea la quinta por la cola en gente pobre en la Unión Europea. Que cada vez hay más vecinos que estarían locos por una financiación singular para, además de comprar garbanzos, poder echarle algo de chicha al puchero.
Miguel Nieto es periodista y socio de Marbella Activa.
El Dardo en La Palabra es su colaboración semanal en Onda Cero Marbella.
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