Paseo por mi ciudad y parece que me adentro en un mapa en el que resulta fácil marcar no ya los desmanes urbanísticos y los atentados contra su patrimonio sino las ocasiones perdidas. Resulta aún más desolador. Demasiadas ocasiones perdidas a la que pronto sumaremos otra, la de recuperar parte del recinto del Castillo. Si nadie lo remedia que, visto lo visto todos estos años atrás, todas estás décadas atrás, será que no, van a construir apartamentos en el terreno de Sevillana. Sevillana, que hoy es Endesa, ha vendido la casona de la rampa y su enorme patio, que linda con casi la totalidad de la muralla oeste del Castillo. Muralla con tramos que ahora se ven y que mañana dios dirá. Hablamos de una parcela de unos 1.500 metros cuadrados y de construir once apartamentos. Bueno, me dirán que son pocos y además sin ejecutar obra nueva. Supongo que habrá que agradecérselo a los nuevos dueños, que anuncian una promoción exquisita. Ya han empezado los estudios arqueológicos. Miedo me da.
¿Se creen que nos hemos enterado por el Ayuntamiento? No, claro. Por la prensa ¿Se creen que tras décadas merodeando su posible compra para incrementar nuestro patrimonio histórico y cultural se ha movido un dedo? Va a ser que no ¿Esperan que ahora hagan algo? Al contrario. Licencia de obras en marcha. Hechos consumados. El Castillo de Marbella es, con diferencia, el monumento más importante de la ciudad. No en vano está declarado Bien de Interés Cultural. No en vano los últimos trabajos de restauración de amplios lienzos y torres de su muralla han sido financiados con fondos europeos. Conservar la fortaleza, para Europa es un proyecto urgente, prioritario. Y se ha hecho. Pero Marbella hace tiempo que abandonó toda iniciativa para recuperar El Castillo. Todo un monumento. No hay dudas de que tiene un origen romano y de que su mayor desarrollo coincide con las ampliaciones bizantinas y califales para alcanzar en el siglo XVII su máximo esplendor. Esta edificación de Sevillana fue casa señorial de Alonso de Bazán, el alcaide, y, posteriormente, de los Chinchilla.
El sueño de un Castillo diáfano, exento de construcciones, rescatado en toda su integridad como un colosal espacio público, arqueológico, cultural y también turístico, era una quimera. Pero se puede salvar una parte amplia y contextualizar la fortaleza. Excavar con la certidumbre de que se hallarán restos y estructuras de indudable valía. Establecer allí el museo de la ciudad, el añorado museo de la ciudad. Había un plan, pero no ganas. Sucintamente con dos acciones: Trasladar el Colegio Virgen del Carmen y comprar la parcela de Sevillana. Estamos hablando, así a ojo de Google Earth, de recuperar la mitad o más de toda la planta del monumento. Ahí es nada.
Pero no. Olvídense. He aquí otro desatino en mi ciudad que un día fue pueblo, y que en una regresión insólita va camino de convertirse en aldea. Muy grande, muy vistosa, muy lujosa, muy cosmopolita, muy ostentórea, sí, pero una aldea con una cultura cívica bajo mínimos.
La ciudad de las ocasiones perdidas. Suena hasta literario, cinematográfico si prefieren porque los planos, las panorámicas del antes y del después, de lo que pudo ser y nunca será, son impactantes. Así a bote pronto, y por refrescar la memoria se me ocurren algunas. La Casa Sindical en Ricardo Soriano. Un edificio público que no tenía interés arquitectónico pero de los pocos que quedaban en el centro ¿Se imaginan el juego que hubiera dado, tan accesible, como espacio público? Escopetada Radio Nacional, no hubo forma ni ganas de municipalizarlo. El Gobierno lo vendió, el Ayuntamiento lo recalificó de manera infame, se demolió y ahí tenemos desde hace años el bloque sin rematar. Algunos ya le han puesto nombre a esta película: ‘El Edificio Interminable’.
Poco más abajo había unos saladeros, un arenal, una antigua escuela y un proyecto para conservar La Marina, durante siglos uno de los territorios clave de la ciudad. Hoy toda la manzana, escamoteada una plaza pública, son dos enormes mazacotes que parecen una prisión.
Otra ocasión perdida, por no hablar del Francisco Norte que ya pocos recordarán que era el campo de fútbol y hoy el aparcamiento más caro de la ciudad. Concesiones administrativas, eso dicen, como la que nos espera con el otro campo y su ciudad deportiva, donde retorcerán las reglas urbanísticas para construir un aparcamiento, un hotel y un estadio desmesurado.
Tampoco logramos municipalizar el Albergue África, que hasta el antiguo convento franciscano perdió nombre y jardines. Inturjoven, dicen ahora ¿Quién se acuerda de Los Naranjales del Angel? ¿Quién del sistema dunar, de cómo era todo el sistema dunar que teníamos desde río Real a Cabopino? ¿Alguien sabe cuánto de respeto al inmueble original tendrá el Cortijo del Trapiche? Cuando me dicen que Puerto Rico ha sido rescatado, que es de dominio público y que tan hermoso paraje quedará inmaculado, también me hecho a temblar. Y sigo temblando con el destino del camping Marbella, de la residencia del Tiempo Libre y se supone que tendré que felicitarme del incierto futuro de las instalaciones de El Faro, por las que pagaremos de buen grado… un alquiler.Empiezas a echar cuentas y no paras de poner tachuelas en este mapa de las ocasiones perdidas. O más bien eludidas. No parece importarle a nadie. A lo sumo lo achacan a un desmedido ataque de nostalgia. De unos cuantos viejos ñoños. No sé qué piensan, igual no merece la pena luchar contra este desmantelamiento de la memoria que a mí me parece más grave. A mí se me da que asesinan nuestra historia. Ocasiones perdidas, sí. La ciudad de las ocasiones perdidas. Sin remisión y sin posible enmienda. Ahora con el Castillo, con la construcción de apartamentos en la parcela de Sevillana, se alza alguna voz sensata pero, dará igual. Será inútil. Como otros asuntos, este también se resolverá por peteneras.
Miguel Nieto es periodista y socio de Marbella Activa.
El Dardo en La Palabra es la colaboración semanal de Miguel Nieto en Onda Cero.
Se te ha olvidado, prácticamente invisible ya, todo el pasado industrial y minero. De las tres torres de la playa del cable queda una y sin duda alguna terminará en el fondo del mar. A los autóctonos nos han robado la historia de nuestros abuelos, mientras los que acogimos aquí pueden volver a los sus lugares de origen a recordar otros tiempos, a nosotros nos han dejado sin pueblo.
By: Pedro