Hoy ha sido la última jornada de los “Caminos históricos de Marbella”. Una propuesta novedosa que iba más allá de un paseo o una simple actividad de senderismo ya que cada uno de los itinerarios ha tenido un tema, un contenido monográfico y un espíritu de defensa del Patrimonio Histórico en su sentido más amplio, de reivindicación no solo del patrimonio material sino también de la memoria, de tradiciones e identidades. Una voluntad de defensa de los espacios comunes, esos que necesita el ciudadano para percibir el pasado de la ciudad como propio.
Ha sido un gran logro. La asistencia, teniendo en cuenta el tipo de actividad, se puede calificar de multitudinaria, unas 400 personas han acudido a la llamada de Marbella Activa, una asociación pequeña de escaso presupuesto y apenas respuesta de los medios, que trabaja de forma casi artesanal y gracias al impulso y voluntad de unas pocas personas que se dejan la piel por una ciudad distinta y por tanto mejor.
¿Cuál ha sido la clave del éxito? No hay una sola causa ni es fácil encontrar una explicación pero es inevitable apreciar un creciente interés por el Patrimonio Histórico. Cuando hace más de treinta años comencé a trabajar en la defensa de nuestro pasado junto a otras pocas personas concienciadas, muchos nos miraban con escepticismo, a veces con sorna, cuando nos calificaban como “los de las piedras viejas”. Porque en Marbella, inmersa en largos ciclos de desarrollismo especulativo, cualquier pretensión de conservación patrimonial era simplemente un estorbo que conllevaba el desprecio hasta de las propias instituciones que tienen el deber de protegerlo. Años de desidia y agresiones que trajeron la destrucción de más de 100 inmuebles históricos en el Casco Antiguo,
la práctica desaparición de las viviendas de la colonia de San Pedro Alcántara, la destrucción y el expolio de incontables yacimientos arqueológicos (los conocidos y los que nunca sabremos), la demolición de casi todas las casas de labor, cortijos, haciendas y lagares de las afueras de la ciudad; el abandono de lo que aún se mantiene en pie, el desprecio de nuestro pasado minero, el olvido de muchas tradiciones sustituidas por otras modernas e importadas; la destrucción sistemática y continuada de bosques, riberas de ríos, lagos y pantanos. Un suma y sigue aterrador que duele, duele en el alma.
Lo fácil es rendirse, renunciar porque no obtienes respuesta ni apoyo. Sin embargo hay que continuar, por un principio básico y obvio. Seguimos precisando de personas que ocupen esos huecos del sentido común, los de la sensibilidad por los entornos habitables. Ciudadanos que sepan apreciar los espacios del respeto, aquellos donde suben los niveles de calidad de vida. Rebeldes de conciencia que perciben el Patrimonio Histórico como un componente imprescindible para vivir mejor.
Los participantes de estos caminos históricos han sido quienes mejor han respondido a nuestras demandas, que son también las suyas y deben ser las de todos. Su interés es una valiosa recompensa. Las palabras de aliento van más allá de ser un mero aliciente. Que buenas lecciones da la renuncia a esos cenáculos intelectuales tan minoritarios y elitistas, de bustos parlantes tan impersonales como aburridos y bajar a la calle, a compartir saberes y conocimientos, a sufrir juntos cuestas y kilómetros, charlar sin límites y así conocer inquietudes y voluntades.
Francisco Javier Moreno Fernández. Doctor en Historia del Arte y miembro de Marbella Activa.
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