Aquella mañana del 12 de mayo de 1909 amaneció despejada y un tanto fresquita en una Marbella deprimida y convulsa. En la calle Mendoza 13, muy cerca de la plaza Altamirano, José Figueredo se dispone a salir de casa para ganar el sustento para sus nueve hijos y su mujer, Tomasa Gil Delgado. José es tonelero y fabrica toneles de vino. El cultivo de la vid y la elaboración de vino está pujante en esos años. Es en esta época dorada cuando se elaboran unos vinos de excelente calidad propiciados por la uva “marbellí”, una variedad del moscatel muy adaptada al clima de Marbella.
José fabrica los toneles en los propios cortijos de la zona por lo que a veces se veía obligado a pernoctar varios días en aquellos lugares acompañado de algunos de sus hijos que también están aprendiendo el oficio.
Mientras tanto Tomasa comienza su trajín diario, tiene que sacar adelante a su familia a pesar de que en su casa escasea casi de todo. Pero ella es una mujer con mucho carácter y a pesar de esta situación tan difícil es ella la que lleva las riendas de la familia. Son tiempos difíciles a pesar de que en Marbella tenemos la existencia de la industria minera, los cultivos de vid y los aprovechamientos de la mar. Sin embargo, en su casa subsisten como pueden, a pesar de que su marido y sus hijos están trabajando. Tomasa es analfabeta como la gran mayoría de los vecinos de Marbella, pero es muy inteligente y es consciente de la gran injusticia que impera en esa sociedad decadente. Mientras limpia su humilde casa no para de pensar en esa triste situación, ¡¡¡Malditos caciques!!! -exclama en voz alta- ¡Mi marido todo el día trabajando y no tenemos de nada mientras los señoritos viven como reyes y se quedan con todo! ¡Esto tiene que cambiar! Es lo que dice don Félix, el médico…Me he enterado que está en “no sé qué de un partido político” y que tiene intención de defendernos a los pobres para que podamos vivir mejor. ¡El sí que es un hombre bueno, nos ayuda en todo lo que puede sin pedir nada a cambio y además es el que cuida de nuestros hijos cuando están enfermos! Don Félix es diferente a los demás, y gracias a él estoy más tranquila si les pasa algo a mis hijos.
El doctor Félix Jiménez de Ledesma ejercía en su destino de médico de asistencia pública en Marbella, militaba en el partido reformista el cual se afanaba en su lucha de defensa de las clases más desfavorecidas y contra el “caciquismo” que imperaba en la sociedad de aquella época. El doctor Jiménez de Ledesma era natural de Yanguas (provincia de Soria), y además de un reconocido profesional de la medicina era una persona sumamente caritativa y definía a su quehacer diario como “medicina humanitaria”. Ni que decir tiene que este médico se ganó con creces el respeto y el profundo cariño de gran parte de la población local sobre todo las clases más humildes las cuales lo consideraban como un gran apoyo para sus familias.
Así lo atestiguan los relatos de algunos vecinos que definían al señor Jiménez Ledesma como un gran médico y amigo de los pobres.
En aquellos años de injusticia social los mandatarios locales de Marbella tenían muy abandonados a los vecinos del barrio nuevo (el barrio), y don Félix frecuentaba esa zona procurándoles asistencia médica a esa pobre gente por lo cual este médico se había convertido en un ídolo para ellos.
Durante los días anteriores el ambiente en Marbella estaba muy caldeado a consecuencia de unas elecciones fraudulentas que los caciques habían manipulado a su conveniencia y en las que el doctor Ledesma había sido candidato por el partido reformista.
Bien avanzada la mañana en la calle se escucha un alboroto. -¿Tomasa te has enterado de lo que ha pasado?- ! ¡No sé nada encarnación! ¿Qué ocurre?
¡Han arrestado a Don Félix y se lo llevan al cuartelillo! ¡Esos sinvergüenzas se la tenían sentenciada! – replica Tomasa- ¡Pues habrá que hacer algo! ¡Si, las mujeres y los niños van detrás de los guardias para acompañarlo!
¡Vamos nosotras también! ¡Esto es una injusticia y no se van a salir con la suya estos caciques! – replica Tomasa con gran ímpetu-.
La noticia corre como la pólvora y al atardecer unas seiscientas personas, la mayoría mujeres y niños se agolpan en la puerta del ayuntamiento pidiendo a través de consignas y gritos que saliera el alcalde para liberar al médico. Al pasar las horas y ya entrada la noche la paciencia de la muchedumbre se agota y comienzan a lanzar piedras contra la casa consistorial hasta que finalmente consiguen entrar dentro y saquear muebles, enseres y documentos del archivo. Las mujeres lo tiran todo por la ventana del ayuntamiento y los apilan en el centro de la plaza para hacer una hoguera de enormes dimensiones.
-¡A quemarlo todo hasta que no liberen a Don Félix! – -Exclama Tomasa a la par que algunas mujeres que hay a su alrededor-. Mientras la gran fogata ilumina la plaza de la Constitución (hoy plaza de los naranjos), el alboroto es estremecedor y la ira se hace incontenible, las mujeres no están dispuestas a dar un paso atrás y mientras tanto algunos vecinos intentan formalmente hablar con el alcalde para poner fin al arresto del médico sin éxito. A su vez un grupo de mujeres localizan al alcalde que se refugiaba en la sede del círculo democrático situado en la misma plaza, descubierto, el alcalde salta por la ventana y corre despavorido para ponerse a salvo.
Al no dar la cara el alcalde las coléricas manifestantes aumentan el nivel de indignación y es cuando aparecen las fuerzas del orden representadas por la Guardia Civil la cual se vio desbordada y requirió la presencia de los carabineros. Estos efectuaron varios tiros al aire que resultaron ser en vano ya que las enfurecidas mujeres hicieron valer su dignidad por encima de todo con gran valentía.
Sobre las once de la noche el caos se encontraba en su máximo esplendor. Se repiten una y otra vez imágenes de violencia inusitada. Mujeres gritando, niños ayudando a sus madres para proveerlas de piedras, Guardias Civiles y Carabineros a caballo disparando al aire… y como no, el fuego purificador que arde con gran virulencia iluminando las fachadas de las casas de una forma fantasmagórica… Como si una danza de akelarre se tratara, las mujeres se agolpan junto a la gran hoguera para pedir justicia y que sean escuchadas por una vez. Ellas luchan por sus hijos y su poderoso sentimiento maternal les empuja a liberar a Don Félix porque saben que el medico es su aliado y les va a cuidar.
Finalmente, sobre las doce de la noche los tentáculos del caciquismo tienen que claudicar y es el juez de la cárcel después de tomar declaración al detenido el que ordena la liberación del tan aclamado preso.
Al salir Don Félix del cuartelillo la ira que impera en ese momento desaparece y la alegría y el júbilo se apoderan de la plaza. Las mujeres habían conseguido su propósito en lo que se dio a conocer días después como “el motín de las mujeres del barrio”. Don Félix mientras tanto se dispuso a ir a su casa situada en la calle Fortaleza acompañado y escoltado por las féminas y la chavalería.
!No han podido con nosotras compañeras, y hemos conseguido que esos sinvergüenzas salgan con el rabo entre las piernas! – replica Tomasa a sus amigas con gran entusiasmo- Tomasa se ha dado cuenta esa noche del poder que tienen las mujeres cuando están unidas y eso la llena de orgullo.
Días después de estos acontecimientos los ánimos siguen exaltados en una calma tensa y las distintas reacciones no se hacen esperar, una de ellas viene desde la prensa provincial y desde la rotativa del diario republicano provincial “El popular” califican los hechos como una acción de justicia ante la detención del médico que goza de aprecio y afecto de todos los vecinos. En cambio, la versión del consistorio es totalmente diferente y acusan al médico de instigar a los vecinos a la revuelta y tras una carta dirigida al Popular el alcalde califica a las manifestantes como chusma entregada al pillaje.
Mientras tanto el caciquismo se organiza y toma las calles al día siguiente a través de la fuerza pública y el día 15 de mayo es de nuevo arrestado el doctor Félix Jiménez Ledesma junto a numerosos vecinos, incluidos mujeres y niños. Estas detenciones las califica la prensa republicana como desorbitadas. Además, la repercusión fue tal que días después la noticia llegó al mismísimo congreso de los diputados donde el diputado liberal Suarez de Figueroa pedía explicaciones al ministro de la Gobernación por la desproporción de estas detenciones. Félix Jiménez de Ledesma cumplió cuarenta y tres días de condena y se convirtió en un verdadero mártir de la lucha contra el caciquismo. El resto de vecinos de Marbella encarcelados cumplieron también varias semanas de arresto, algunos de ellos en el hospital de Bazán que había sido habilitado como presidio para la ocasión. En la lista de encarcelados había unos treinta hombres y veintitrés mujeres entre ellas Tomasa Gil Delgado.
Algunas facciones políticas relacionadas con el caciquismo intentaron de justificar el motín de las mujeres del barrio como un acto con trasfondo político pero la realidad es que fueron unas mujeres cuyo único interés era el de defender a un médico muy humano que las ayudo en todo lo que pudo y ellas a cambio no dudaron en corresponderle de igual manera.
El doctor Ledesma finalmente fue destituido de su plaza como médico de asistencia pública, probablemente como represalia, y se trasladó a Málaga donde ejerció como médico de enfermos crónicos. Aun así, nunca dejo de venir a Marbella de la cual estaba profundamente enamorado. A pesar de residir en Málaga sus visitas a Marbella eran constantes porque su familia tenía la fábrica de harinas “Covadonga” y además compró la finca de Puerto Rico, aledaña a los pies de Sierra Blanca. El 10 de noviembre de 1919 mientras paseaba por su finca de Puerto Rico el doctor Ledesma falleció de un infarto de miocardio.
Paralelamente Tomasa Gil Delgado siguió con su talante reivindicativo y fue arrestada en varias ocasiones más por defender la justicia social y un futuro mejor para todos. Ella, a pesar de ser analfabeta era muy consciente de cómo debería de ser la sociedad futura, basada en la igualdad y la prosperidad para todas las clases sociales. Pasados los años ella inculcó a sus hijos esa conciencia. Para entonces, nuevas ideologías políticas llegaban a España y fueron calando con fuerza en la clase trabajadora. Sus hijos, junto con algunos sobrinos, participaron activamente en la fundación de la agrupación local del partido socialista en Marbella donde llegan a ser miembros destacados del mismo, ostentando algunos de ellos cargos electos de concejal y tenientes de alcalde en el ayuntamiento de Marbella durante la segunda república española.
La sociedad moderna de la cual disfrutamos en la actualidad no habría sido posible sin la valentía y el talante de personas como Tomasa Gil Delgado y Félix Jiménez de Ledesma, y por supuesto las mujeres del barrio que con su gesta consiguieron allanar el terreno para tener una sociedad más justa y próspera. Mujeres de raza que sumidas en la adversidad sintieron la necesidad de defender a sus hijos por encima de todo para darles un futuro mejor.
Antonio Figueredo Navarrete. Vicepresidente de Marbella Activa.
A mi bisabuela Tomasa Gil Delgado y a las mujeres valientes.
Muy interesante relato, seguro que bastante fiel, de esa época turbulenta de Marbella. Muy bien ambientado y escrito por Antonio Figueredo como siempre. Aunque económicamente y socialmente Marbella ha progresado mucho y vivimos en democracia formal, creo que llevamos años dirigidos por un nuevo tipo de caciques, los del siglo XXI, mucho más sutiles e invisibles, pero también más poderosos. Mafias de todo origen, clanes, fondos de inversión en manos de poderosos, grandes especuladores, políticos que les hacen el juego, etc etc. ¡Hacen falta más Figueredos y descendientes de Tomasa en Marbella! José María Sánchez Alfonso
By: José Maria Sánchez Alfonso