Crónica de Marbella. Último libro de don Fernando Alcalá, historiador y primer cronista de la ciudad. Habla del viajero: “Una vez en Marbella, lo primero que se manifestaba a su contemplación era una amplia explanada poblada de corpulentos y bien alineados árboles, una hermosa alameda, umbrosa y fresca en el verano, soleada y cálida en el invierno, con vistas en extremo agradables del mar y la montaña”. Y concluye: “Marbella, el pueblo de Marbella, se ha sentido en todo tiempo muy orgulloso de su Alameda por tratarse de algo que le había hecho destacar y diferenciarse de los otros pueblos de la costa en cuanto carecían de un paseo tan hermoso y de tan excelente emplazamiento”.
Don Fernando, que se ahorró el bochornoso episodio donde, hace nada, este ilustre y poco ilustrado Ayuntamiento estuvo a punto de malbaratarla, entendería la urgencia de defender sus árboles. Se frenó aquello gracias a la movilización popular, como cuando en 1969, rememoraba Alcalá, se abortó el “disparatado proyecto de construir un aparcamiento subterráneo en tan querido lugar, lo que implicaba la tala indiscriminada de las especies vegetales que la poblaban, entre ellas árboles de extraordinario valor botánico”.
De extraordinario valor botánico… La asociación Marbella Activa solicita ahora que el Ayuntamiento proteja las dos docenas de plátanos de sombra que se conservan en el parque, declarándolos Bien de Interés Natural. No me es ajena la asociación, pero sí desconocía los detalles de la propuesta del catedrático Francisco Javier Moreno. Se trata de unos ejemplares con una antigüedad de más de 120 años que, si los cuidamos, podrían llegar a los tres siglos y a 55 metros de altura. Árboles longevos, muy resistentes a la contaminación, a sequías y a heladas.
Ejemplares robustos, elegantes y decorativos, de crecimiento rápido con gran porte y amplias hojas que dan una sombra generosa y fresca en verano, y dejan pasar los rayos de sol en otoño e invierno. Que actúan como un sumidero del dióxido de carbono y ayudan a reducir la contaminación visual, acústica y atmosférica. La Alameda, en suma, es uno de los pocos corredores verdes que quedan en el casco urbano. Señala el escrito que “Aunque el municipio de Marbella tiene una amplia masa vegetal en las urbanizaciones —una media de 15 m2 por habitante— en los cascos urbanos está proporción no se cumple y de hecho es deficitaria, siendo la vegetación cada vez más escasa”.
Da la impresión de que la petición nace tanto de la razón como de cierto recelo. Por lo que pudiera pasar. Porque de esta corporación uno se puede fiar poco. No sé si estarán de acuerdo sobre la urgencia de proteger estos árboles. Resulta rocambolesco: Se exige al Ayuntamiento que dignifique y cuide los plátanos de sombra no sea que, él mismo, se los cargue o los deje morir con cualquier excusa. Dos docenas de árboles. Se dice pronto: se trata de apiadarse de tan solo dos docenas de árboles ¿Cuantos requiems hemos entonado en estas décadas por sus hermanos? ¿Refrescamos nuestra memoria, tan laxa e indolente?
Recordemos a los caídos en combate. Faltaban ya los plátanos de sombra del ala norte de La Alameda cuando Jesús Gil, ogro a quien no había arboleda que se le resistiera, arrasó con todos los de la avenida del Mar. Ahora hay tocones negros y falsos de Dalí. Recuerden cuanta sombra daban también en Puerta del Mar, Miguel Cano y Antonio Belón. Cayeron. Toda protesta fue inútil.
¿Cambió algo con las corporaciones populares? Sigan recordando. Réquiem por los nuevos caídos en las calles Finlandia, Francisco Norte, Nuestra Señora de Gracia, Virgen del Pilar, por no hablar de la infamia en la avenida del Trapiche, arrasada de principio a fin ¿Quién serruchó la frondosidad de todas esas calles? Dijeron que las nuevas especies plantadas crecerían rápido, Cuarenta, treinta, veinte años después ¿Cuánta sombra dan?
Hablar de árboles, de espacios verdes urbanos en Marbella, mueve a la angustia. A la desesperanza ¡Honren a nuestros plátanos de La Alameda! ¡Honren nuestra historia! Y, ya puestos, no se olviden de las araucarias. Las tres flechas verdes eran otra seña inconfundible del paseo. Faltan dos. Murieron de viejas y nadie ha movido un dedo por reponerlas. Una fotografía de finales del XIX atestigua que se radicaron, prácticamente, a la par que los plátanos de sombra. La que sigue en pie es la más joven porque se plantó cuando un golpe de viento, allá por los años 50, derribó la original. Cayó sobre el Casino. Faltó tiempo para reponerla. La Alameda, nuestra bóveda arbórea, tampoco se entiende sin su tridente. Por favor, no entonemos más réquiems por nuestros árboles, aún menos por los más venerables. No hay corazón digno que lo resista.
Miguel Nieto es periodista y miembro de Marbella Activa.
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