Crónicas Marbetarias
Anatomía de un diagnóstico
No he vuelto a pasar por allí. Total, quién se atreve. Hay edades en las que resulta doloroso contemplar como se ejecuta un arbolado en “estado de senectud” —ya saben, inútil—. No pudo ser. Los talaron y la avenida del Trapiche, que antes incluso fue camino de herradura y alpargata, no seguirá siendo lo de nunca. Lo de antes, hace mucho que dejó de serlo. Senectud, dice el informe. El último informe, que hubo otro.
El definitivo sentencia la “incompatibilidad del arbolado a conservar” por “cuestiones de estabilidad y seguridad de los árboles”. O sea, que los árboles se estorban a sí mismos, un nuevo hallazgo. También dificultan la obra y son peligrosos inoculadores de alergias. El informe lo ha realizado una consultora sevillana contratada por la empresa que ejecuta la obra municipal, la misma obra que en un arrebato de inocencia, ante una denuncia vecinal, fue paralizada por una patrulla de la Policía Local que levantó acta de que la obra no tenía licencia municipal de obras. No la tenía la obra municipal que el ayuntamiento dijo no haber paralizado y que continuó esa misma tarde. Por la licencia de tala —la de los árboles, no la de la obra—, ni preguntaron.
No sé si me siguen. Tampoco importa, se trata de que no se enteren. Aunque la Fiscalía investigue el asunto. Aunque la competencia exclusiva en talas, podas y desmoches sea de la delegación municipal de Parques y Jardines, la que ahora considera, alegato de la empresa mediante, que “queda suficientemente justificada la eliminación” de los árboles, que dan problemas por “una mala selección de especie en el pasado”. Anoten: ningún tiempo pasado fue mejor… ni para plantar árboles.
No siempre fue así. La delegación de Obras le encargó en 1997 a su prima hermana de Parques y Jardines un diagnóstico sobre el estado del arbolado de la avenida del Trapiche. Urgía meterle mano y hacía falta informe. Los técnicos se lo tomaron en serio y estudiaron uno por uno los 77 árboles de la calle concluyendo que sólo debían talarse 23. Al resto le auguraban “una vida ornamental larga”, incluso a los más viejos.
Describen cuatro especies de las que plátanos y robinias presentan deterioros graves. Algún ejemplar con termitas, otros con hongos y con ramas podridas que podían desplomarse. Destacaba agónico uno “estrangulado por alambre”, como si fuera un delfín con una nasa enclavada. Algunos, entre ellos pseudoacacias, andaban “faltos de vitalidad” y con “alguna pudrición que no afecta de manera importante”. Proponían conservarlos siempre que se remediaran “alcorques insuficientes” (asfixiantes), se retiraran adoquines “que están haciendo daño al tronco” (sepultureros), se replantaran los alcorques vacíos y se crearan más.
El diagnóstico analizaba con precisión la naturaleza de la arboleda. Ahí quedó, ajeno a la Teoría de la Vida Útil de los Arboles, ya balbuciente. Ante tan enojoso diagnóstico, la licitadora sentó cátedra con un nuevo informe en el que ya molestan todos los árboles indultados. Un trabajo de tal calado que Parques y Jardines —envainado el propio— asume sin rechistar. Lo firman dos técnicos recién llegados. Siete años después el diagnóstico muta, y de qué forma. Quizá la Fiscalía solicite una autopsía de la naturaleza de las cosas, no sé si del diagnóstico o de los árboles. O de ambos. La enternecedora acta de la patrulla municipal que comprobó que la obra municipal no tenía los papeles municipales, a lo mejor se la dan sin acudir al registro de entrada. Municipal, obvio.
En todo caso, consuelense: plantan frondosos cinamomos, unos ‘árboles del paraíso’ oriundos del Asia subtropical que se dan fenomenal en la Patagonia templada. Además tienen hojas, flores y frutos para curar infecciones de parásitos intestinales. Un poner: paludismo y hepatitis. Las ciencias botánicas avanzan que es una barbaridad. A las autoridades no se les escapa. En Málaga ponen sensores para medir los beneficios de los árboles. Aquí, quien sabe… ¿Una parafarmacia —alternativa, ecológica, transversal, sostenible y de proximidad— de la fronda municipal?…
Miguel Nieto. Periodista
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