“Vive Marbella dos vidas que palpitan al unísono, que se complementan, que se sobreviven y se superponen. Dos vidas que coexisten, que se retroalimentan, que necesitan la una de la otra para la subsistencia.Vive Marbella dos vidas que son una sola.
La Marbella tradicional e histórica, la de los hombres y mujeres del campo y de la mar, la del trabajo duro, del esfuerzo, del sudor y de la tradición, del silencio calmo en invierno y del jolgorio bullanguero en verano, la que ha visto crecer una ciudad que se superponía sobre la suya propia, y en esa superposición aparecía la otra Marbella, la del oropel, el lujo y los excesos, el glamour y la fama, la jet set y el mal juego político.
Vive Marbella dos vidas, quizá incluso desde su génesis impreso en su adn urbano, que los íberos llamaron Salduba y los romanos Cilniana. Vive Marbella dos vidas, dos vidas que son una sola ciudad”.
Escribía este texto hace siete años, concretamente el 21 de septiembre de 2010. Eran una serie de reportajes turísticos sobre los entonces 101 municipios de la provincia de Málaga. Y el número 76 correspondió a Marbella.
Esta dicotomía, esta doble vida, este juego doble de espejos en el que se refleja Marbella es lo que trato de explicar a las personas que nos visitan con asiduidad para disfrutar de nuestra ciudad unos días. Amigos y amigas de otros lares a los que llega un eco de Marbella un tanto distorsionado, irreal, a veces surrealista, pero a la vez, casi siempre veraz.
Estar casado con una marbellera de la calle Ancha, con una hija a todas luces gitana y vikinga, tener a mi lado una familia repartida entre el Casco Antiguo, Miraflores, El Calvario y Ricardo Soriano y vivir aquí en mi segunda vez desde hace una década ha hecho que aprenda a disfrutar cada día más de la esencia de la Marbella tradicional y que a su vez, esos amigos y amigas que nos visitan también respiren ese aroma.
El olor de azahar de la plaza de los Naranjos, ahora parcialmente desocupada, el estallido de las buganvillas en las fachadas del Casco Antiguo, las moragas nocherniegas con los pies hundidos en la arena templada, las puestas de sol con África y Gibraltar recortadas en el horizonte, una cerveza en El Limpio, ver salir a los barcos en el puerto pesquero, caminar por el sendero de los Monjes y sentir el aliento de La Concha, una barbacoa en Nagüeles, la feria de día por San Bernabé, los eucaliptos de la Senda Litoral en El Pinillo, el parque de la Constitución en las tardes de verano, darse un baño en La Bajadilla en el mes de noviembre…En fin, la vida cotidiana.
La sorpresa salta en el espíritu de mis amigos, de mis amigas que nos visitan. Ah, esto también es Marbella dicen, a lo que corrijo orgulloso, esto es Marbella, justo en el momento en el que el petardeo del escape libre de un Ferrari me acalla la voz. En fin.
Dos marbellas que son una, superpuestas y convivientes. Dos vidas que palpitan al unísono. Vive Marbella dos vidas que son una sola.
Israel Olivera es periodista, poeta y socio de Marbella Activa
Este artículo forma parte de su colaboración habitual en la Cadena Ser de Marbella: La Firma (ver publicación original y escuchar audio).
Dos vidas. Y más aún, unas cuantas, muchas vidas, ya vividas y por vivir. Marbella contiene a los que recuerdo, instantes, el levante salino y sus calles. Todos, gente, tiempo, viento y lugares... cubiertos de la sombra de los plátanos gigantes. Me vine a Málaga, tiré mucho pero me traje la forma de mirar de mi ciudad chica, ojos cegados de luz. Gracias Israel, no te conozco pero un abrazo.
By: José María