Os aseguro que no sabía dónde me estaba metiendo. Sí, ya sé que varias veces me habéis oído decir que cada uno de nuestros vecinos era un ser único, irrepetible y maravilloso. Pero ni yo sabía hasta qué punto era eso cierto. Antes lo decía con la cabeza. Ahora, con el corazón que cada vez está más lleno de historias de vida.
No puedo olvidar ese caballo que todos los días movía los palos de una noria para amasar el pan y que un día se paró y, por más que le gritaban, se negaba a dar un paso más, ni siquiera cuando el amo se dirigió hacia él con un palo dispuesto a acabar con aquella “rebelión”. Ni puedo olvidar las lágrimas de ese amo abrazado al cuello del caballo cuando descubrió a sus patas a su hija pequeña que, gateando, había llegado hasta allí. Ni puedo olvidar la imagen de esos marineros que con sus raídos abrigos cubriéndoles el rostro, por la vergüenza que sentían, se acercaban en las noches de invierno al horno de los Cantero a ver si había sobrado algo de pan duro que poder ofrecer a sus hijos. Ni a esa panadera que hacía como que no los conocía por la voz y les preguntaba cuántos hijos tenían para poder dividir lo que había quedado entre los que se acercaban. No puedo, ni quiero olvidar, la ilusión de aquellas niñas cuando, al tercer año de pedírselo a los Reyes Magos, tuvieron aquella Mariquita Pérez (ya algo despeluznada) entre sus manos. Ni aquellas niñas que ataban una cuerda a la aldaba de las casas y tocaban hasta que la dueña salía refunfuñando y sus jóvenes corazones latían escapando de su furia. Ni aquellos niños que a soplíos limpiaban el suelo empedrado de la plaza de los Naranjos para que sus bolas pudieran correr, libres de obstáculos, al hoyo…
Y ahora, cuando afrontan la última etapa y los recuerdos ocupan su auténtico lugar, uno empieza a darse cuenta de cómo todas las cosas se interrelacionan, de la importancia que cada uno tiene en el entramado social, de lo que significó la librería de Matita, la tienda de don Arturo Otal, la escuela de doña Carola, la primera oficina de turismo… Y uno siente cómo cada uno de estos personajes crece incluso más allá de la altura en la que situamos a los grandes personajes. Posiblemente ningún libro recogerá su historia. Ni falta que hace.
Francisco Cervera, es socio de Marbella Activa y coordinador del proyecto etnográfico que tiene como objetivo recuperar los recuerdos de una generación privilegiada que vivió dos Marbellas, antes y después de la llegada de ese fenómeno que transformo para siempre nuestra ciudad. En las fotografías se pueden ver algunos de los protagonistas de las entrevistas como son Salvador Morero, Miguel Lima, Encarna Cantero, Isabel Luque, María Otal…
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