Estoy leyendo un libro genial. Su título es «Muerte y vida de las grandes ciudades». El nombre de su autora es Jane Jacobs. Un ama de casa norteamericana que vivía en la calle Hudson, cerca de la famosa Washington Square, en la actualidad la plaza más atractiva y visitada de la ciudad de Nueva York. La señora Jacobs llevaba sus hijos a jugar en esa plaza. Con sus árboles y espacios verdes, en un entorno urbano acogedor, era un lugar civilizado y perfecto. Como las grandes plazas de la Europa culta, diseñadas para el ser humano y no contra el ser humano.
Un día los vecinos de ese lugar, la Washington Square, y entre ellos la señora Jacobs, se enteraron de que los técnicos de urbanismo del ayuntamiento de Nueva York habían decidido que esa hermosa plaza tendría que desaparecer de la faz de la tierra. En su lugar se construiría una autopista de cuatro carriles en cada sentido. Eran los años sesenta, en pleno apogeo del urbanismo salvaje.
La señora Jacobs y sus vecinos lucharon con espíritu deportivo y con valentía. Al final lograron movilizar en su favor a la opinión pública. El proyecto de la autopista fue archivado. Y hoy las generaciones que nacieron después de esa batalla pueden admirar en esa plaza uno de los espacios cívicos más bellos e importantes de su ciudad.
En las zonas turísticas españolas se ha luchado también para proteger el paisaje y muchos entornos urbanos muy atractivos y valiosos. Con resultados desiguales. Y con mayor o con menor éxito. En Marbella también. Aquí y en el lado de lo positivo, me gusta pasear por la calle Jacinto Benavente de nuestra ciudad. Hay arboledas que la flanquean a ambos lados y en estos meses de calor intenso puede ser un lugar muy agradable. En uno de sus extremos hay un atractivo espacio ajardinado.
En la etapa de los gobiernos municipales del Gil, en los años de lo que ya conocemos como el gran saqueo de Marbella, los gobernantes de entonces decidieron que allí se levantaría un bloque. De los muchos que ya amenazaban la fisonomía de la ciudad. Miles de personas salieron a la calle. Y la protesta ciudadana consiguió finalmente parar una atrocidad urbanística. Ese espacio fue como nuestro Washington Square. Fue emocionante entonces ver a tres o cuatro mil ciudadanos manifestándose en las calles de Marbella, luchando por su ciudad, contra una maquinaria de coacción y de propaganda como la que entonces nos gobernaba. Desde luego, fue algo muy importante. Y creo que para los que tuvimos la oportunidad de estar allí, fue algo que nunca olvidaremos.
Rafael de la Fuente. Experto en turismo y miembro de la Convención Europea del Paisaje.
Buena reflexión, Rafael. Una idea muy romántica: cada ciudad tiene su Washington Square. O al menos creo que una ciudad no es mayor de edad hasta que no la consiga. En Berlín la ciudadanía se rebeló, con la germana furia organizativa y metódica (tan opuesta a la pasional española) para salvar de los malévolos planes municipales a...¡el muñeco del semáforo!, los berlineses no estaban dispuestos a que su querido ampelmann pasara a la Historia. Y ahora el ampelmann sonríe, rojo o verde, a los apresurados berlineses y a sus bicicletas. El ampelmann, pues, puede ser la Washington Square de los orgullosos berlineses, pobres pero sexies (como su propia ciudad). Marbella ya tiene su Washington Square, como tú dices Rafael, y creo que el cambio de tendencia del péndulo de la Historia va a propiciar que tengamos mas iconos, mas luchas, mas conquistas. Y quién sabe, Rafael, si en el futuro no se hablará en otras ciudades de la "Plaza de los Naranjos" como un ejemplo de movimiento cívico ? Movamos la Historia de lugar, giremos la vista a lo esencial, soñemos con bicis y tranvías, escuchemos el silencio de los parques y levantemos torres de libros. un abrazo, José María
By: José María